Por Javier Slavic Becerra
kinesiólogo, PUC.
Quiropráctico, Anglo European College of Chiropractic.
“Nuestro cuerpo es una estructura integrada, donde todas las partes son importantes, donde el signo muestra una cosa y, sin embargo, la causa es otra”.
Cada vez me asombro más de la capacidad de nuestro cuerpo para mantener el equilibrio y permitirnos seguir funcionando antes de fallar. Es tan increíble, que no nos damos cuenta del gran regalo que recibimos a diario.
Cuando comenzamos a perder este equilibrio, nuestro cuerpo comienza a manifestar síntomas, cambios, signos. Ahí es cuando recién comenzamos a valorar lo increíble que es vivir sin dolor. La capacidad de respuesta ya no es igual, el nivel de energía cambia, aparece dolor difuso, molestias. Todas estas adaptaciones, y otras, aparecen antes de generar una lesión o daño, es decir, son avisos de los que, normalmente, no hacemos caso.
Por lo anterior, me maravillo cuando llegan los pacientes a mi consulta y veo los cambios. Como ejemplo, llegó una persona con una semana de gran dolor lumbosacro, sin que la medicación clásica le haya sido de gran ayuda. En la evaluación, presentaba restricción en el movimiento general y dolor en la articulación sacro-iliaca izquierda.
Al preguntar por la historia, el paciente manifiesta que ha estado muy nerviosa por la salud de su familia y como factor adicional, le tocó caminar mucho más que lo usual. Además, encontré gran tensión en 2 músculos contrapuestos: el famoso Psoas-Iliaco y el pequeño, pero no menos importante Piriforme. Entonces, primero realizo el tratamiento suave de éstos, para restablecer el equilibrio muscular, y al reevaluar, antes de seguir avanzando, ¡Sorpresa! No hay dolor ni restricción del movimiento.
¿De qué forma se relaciona este increíble diseño humano con la modificación tan evidente de los signos clínicos? Pues bien, esto nos demuestra que nuestro cuerpo es una estructura integrada, donde todas las partes son importantes, donde el signo muestra una cosa y, sin embargo, la causa es otra.
Otro ejemplo. Una paciente con gran dolor cervical y de cabeza, de una semana de evolución e imposibilitada de girar hacia la izquierda. En la evaluación encuentro gran tensión muscular, proyección anterior de la cabeza (lo que explica su cefalea), pero continuando con la investigación descubrimos que existe un gran trastorno emocional. El sólo hecho de tomar conciencia de esta situación, hablarlo y entender cómo afecta al cuerpo, genera una disminución de la tensión muscular y permite tratar el cuadro de dolor, recuperar la movilidad, corregir la postura y controlar la jaqueca.
Por su parte, llega un paciente con pie plano y múltiples malestares en las extremidades inferiores y la columna. Al tratar el pie, se corrige la posición de la pierna, la rodilla y la cadera: y cambia toda la sintomatología.
Un último ejemplo. Un paciente con dolor de hombro y pérdida de la movilidad llega a mi consulta. A través de la evaluación se determina que la causa primaria de su disfunción es un problema cervical, o una alteración del pectoral menor (un músculo pequeño que está debajo del pectoral mayor, el gran músculo del pecho). Al tratar estos elementos, se pasa el problema de dolor y se recupera la movilidad de hombro.
Por todo eso y más, me maravillo cada día en la consulta y confirmo lo importante y fundamental que es evaluar a cada uno para encontrar la causa de lo que aqueja al paciente.