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Mujeres de Colchagua

Claudia Pamela Belmar: Trabajar con Pasión

El amor fue la causa de su llegada a la región de O’Higgins, donde ha puesto al servicio de la gente su conocimiento y experiencia como médico diabetóloga. Ese mismo compromiso es su sello en la atención de pacientes, quienes conocen su naturaleza exigente y disciplinada que la llevó a instalar la primera bomba de insulina del servicio público de Colchagua en el Hospital de San Fernando.

TEXTO MATÍAS SAN MARTÍN H. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.

 

Con una espontánea sonrisa recuerda su infancia en la ciudad de San Carlos junto a sus padres, Helia y José Miguel, ambos profesores. Diariamente viajaba hasta Chillán para asistir al Colegio Seminario Padre Alberto Hurtado, en el que asegura sus compañeros siempre la catalogaron como la “matea” del curso.

Criada en tierras de la nueva Región de Ñuble, las jornadas de trillas, esquilas y vendimias, fueron los panoramas predilectos de su familia para disfrutar los fines de semanas. No obstante, su máxima entretención la encontró en la biblioteca de su hogar, pues “debido a que fui hija única por mucho tiempo, tuve una niñez solitaria e independiente, por lo que esos libros que mis papás tenían para planificar clases, se convirtieron en una compañía lúdica perfecta”, explica Pamela.

Aquella cercana relación con enciclopedias y textos académicos, despertaron en ella, a temprana edad, su interés por el campo científico. En este sentido, la doctora confiesa que su pasión por el área médica “surgió cuando mi madre me regaló una muñeca de trapo que era de mi tamaño, a la que operaba, inyectaba y aplicaba suturas (ríe)”.

Su carrera profesional comenzó en la escuela de obstetricia de la Universidad de la Frontera (UFRO), en Temuco. Pero su real objetivo siempre fue ser médico. Por ello, entró a medicina en la misma casa de estudios y luego realizó una especialización de medicina interna en la Universidad de Valparaíso, etapa de estudios que consagró al egresar del selecto grupo de sub-especialistas en diabetología, formados en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile.

“Mis padres me enseñaron que para alcanzar mis sueños debía ser perseverante y trabajar con pasión”, sentencia Pamela, quien nos recibe en su hogar en el sector de Roma, San Fernando, casa en cuyos espacios predominan el adobe, tejas y antigüedades. Mientras compartimos un exquisito desayuno que ella misma preparó, conversamos de sus inicios y trayectoria profesional, reflexionando además respecto al sistema de salud público chileno.

¿Qué actividades realiza en sus momentos libres?

Tengo poco tiempo de ocio. La mayoría de mis días realizo actividades relacionadas a mi trabajo y participo en proyectos de investigación que me parezcan interesantes o de educación médica. Rigurosamente me ejercito con la supervisión de mi maravillosa entrenadora, así me desconecta de la rutina, cuido mi salud y mantengo mi peso. No soy buena con los deportes, esquío o acompaño a mi marido a jugar golf. Amo viajar y disfrutar de la compañía de las amistades que están lejos. 

¿La profesión médica es exigente con los tiempos, sobre todo en el plano personal?

Cuando estudias medicina no puedes hacer tanta vida social o familiar como quisieras. En mi caso, me preocupé más de llegar a la meta que de disfrutar el camino. Lamento no haberme dado el espacio para tener más experiencias extra-académicas y dedicarle más tiempo a la gente que amaba. Siempre fui muy responsable, aunque en ocasiones la lejanía me superó. En el amor esto se replica cuando quieres proyectarte porque debes congeniar tiempos e intereses. Mi marido me apoya y respeta cada una de las decisiones que he tomado y es consciente de mi espíritu de superación.

¿De qué manera nace su interés por la sub-especialidad en diabetes?

El destino me puso a trabajar en un policlínico de diabetes, lo que me llevó a interiorizarme en el tema y a encontrar mi lugar de realización profesional. Me siento como un pez en el agua en esta área de la medicina. La diabetes abarca aspectos físicos y mentales del ser humano, y la manera en cómo te relacionas con los demás. Debes adoptar estilos de vida muy diferentes a los del resto, por lo cual a veces se hace cuesta arriba mantener el control y una buena actitud. En este contexto, como diabetóloga, mi deber es realizar un acompañamiento integral.

¿Qué le parece el empoderamiento femenino dentro de la medicina?

Me enorgullece que las últimas generaciones de especialistas en diabetes sean mayoritariamente mujeres. En mi formación médica, mis referentes, y a quienes aprecio y admiro, son precisamente dos mujeres con una gran trayectoria. Del mismo modo, me siento afortunada de haber compartido con queridas compañeras y amigas, inteligentes, empoderadas, con sentido del deber y de excelencia, actualmente líderes en sus lugares de trabajo.

No es casualidad que durante mi pasantía en el extranjero fuera también una mujer la responsable de mi formación. Puedo decir con certeza que tenemos un rol cada vez más protagónico. Existen mujeres de gran talento y con ganas de hacer bien las cosas. Pioneras y visionarias, que se auto-gestionan sin regalías ni consideraciones especiales, de manera que su desempeño habla por ellas.

“Fueron mis padres quienes me enseñaron que para alcanzar mis sueños debía ser perseverante y trabajar con pasión”.

 

¿Cuáles son los últimos avances en diabetología?

Siempre me preguntan si hay novedades sobre una cura definitiva para la diabetes, pero es un panorama lejano. La industria está enfocada en crear nuevas y mejores insulinas que liberen al paciente de la inyección diaria y fármacos que entreguen beneficios adicionales. La cirugía bariátrica es una alternativa para diabéticos con exceso de peso, oportunidad para mejorar el control y eventualmente la remisión de la enfermedad.

Por otra parte, los infusores o bombas de insulina otorgan mayor precisión en el tratamiento. Con gran satisfacción digo que el Hospital de San Fernando ya dispone de esta tecnología para sus usuarios.

¿Cómo es la situación que vive el país en relación a la diabetes?

La última encuesta nacional de salud arrojó cifras alarmantes de exceso de peso y sedentarismo, contribuyendo al aumento de prevalencia de diabetes a un 12%, esto es, aproximadamente un millón 700 mil chilenos viviendo con diabetes. Nuestra tarea radica con urgencia en la prevención y educación para crear conciencia de generar un cambio en el estilo de vida de los chilenos. De nada sirve invertir en medicamentos de última generación o en los mejores especialistas, si no hay un cambio a nivel conductual.

Hemos dado pequeños pasos, como la ley de sellos de alimentos, que a mi juicio es una medida preventiva cuyo real impacto se verá a futuro. Sin embargo, lo medular es, además de la alimentación saludable, fomentar la actividad física. Dentro de los contenidos escolares debería existir una asignatura obligatoria de “Estilo de Vida Saludable”. 

Desde su experiencia, ¿cuál es la brecha que existe entre la salud pública y privada?

La diferencia es muy grande. En la salud pública existen necesidades latentes que históricamente no han sido resueltas, destinando recursos a otros asuntos menos urgentes. Actualmente se trabaja en iniciativas como Hospital Digital y se estimula la formación de especialidades. Es cierto que trabajar en el área privada es más atractivo desde lo económico y se dispone de mayores recursos para realizar una mejor medicina, pero sin duda es el sector público, con todas sus falencias y sinsabores, el que entrega esa sensación de estar en el lugar donde más te necesitan, pues lograr buenos resultados es un desafío.

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