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Francisco Dittborn e Yves Cardoen: Reminiscencias de una época

Existen objetos que no pierden su valor con el paso de los años, siendo transformados en verdaderos tesoros capaces de hacer converger a distintas generaciones en torno a ellos, tal como lo demuestra el oficio de estos dos coleccionistas, que realizan un ejercicio que va más allá de la nostalgia, poniendo en relieve icónicos elementos y artículos seleccionados por manos expertas, que cuidan con paciencia, sigilosos registros de un tiempo.

POR SOLEDAD CORREA M. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.

Existe dedicación y ojo clínico, lo que permite maravillarnos con el ingenio de nuestros antepasados y conocer tesoros exclusivos, gracias a la labor de los coleccionistas que, en una prueba de curiosidad y ganas de compartir, reúnen piezas que nos develan historias.

En Chile tuvimos un coleccionista que dedicó su vida a la poesía: Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura (1971), quien recolectó un bello catálogo de mascarones de proa. Estas figuras, originalmente ubicadas en lo alto del tajamar de los barcos, descansan en tierra, en su casa de Isla Negra.

Otro ejemplo es la afición del actor Tom Hanks. La estrella de Hollywood y ganador de premios Óscar, posee una amplia colección de máquinas de escribir, muchas de las cuales aún funcionan. Más cerca, podemos encontrar colecciones que nos aproximan a los autos clásicos y a herramientas antiguas, ayudándonos a emprender un viaje hacia objetos únicos, con una memoria que trasciende a la vida de sus creadores, en una victoria sobre el tiempo.

 

HERRAMIENTAS AL RESCATE

Francisco Dittborn es el hombre de sonrisa bonachona que creó en el centro de Santiago (calle Root, Nº563) un “Museo Taller”, donde pone en alto las herramientas con las cuales ha tenido un vínculo desde pequeño, ya que ayudaba a su padre a ordenarlas, tras verlo construir y reparar objetos.

Pancho se enamoró de estos nobles instrumentos, a tal punto que hoy tiene una importante selección de esas piezas, todas impecablemente restauradas y conservadas, proceso que le ha llevado una vida desarrollar. Las vitrinas implementadas se pueden abrir para tocar la historia, en una muestra que integra más de 700 herramientas antiguas de carpintería.

Debido a la cantidad y calidad de su colección, decidió fundar este espacio, cuyos más asiduos visitantes, son niños y niñas, que tienen la atractiva posibilidad de observar pretéritas tecnologías y al mismo tiempo, aprender jugando, con elementos adaptados para visitantes a partir de los seis años, quienes pueden construir un juguete con una estructura tipo mecano.

El taller, es una invitación a experimentar y promover la creatividad, incorporando tecnologías como la electrónica, la mecánica y la programación. Además de ofrecer una pieza audiovisual –que introduce al mundo de la madera y las herramientas–, en el patio los visitantes pueden ver un lugar que alberga una fragua y los instrumentos para trabajar el metal.

Un entretenido recorrido por sus instalaciones, conociendo los pasos que se deben seguir para construir un objeto de madera, es una excelente alternativa para disfrutar en familia. Durante el trayecto, cuando el espectador cree que ya no habrá más sorpresas, se llega a la estación de Toño, persona encargada de mostrar el funcionamiento de un taller tradicional. Ahí se observa cómo opera un torno, con la maestría del oficio, dando nuevas formas a esa materia prima.

Dittborn está orgulloso de que miles de personas conozcan su “Museo Taller”, el cual considera “un aporte para que las nuevas generaciones conozcan el trabajo del carpintero, los usos de las herramientas y el valor del trabajo manual”.

 

AUTO RETRO

“Quiero que al observar la colección, los visitantes puedan ver el auto de sus padres o abuelos y así despertar esos momentos que se atesoran con cariño”, expresa Yves Cardoen

Yves Cardoen, carismático personaje chepicano, dedica gran parte de su tiempo a trabajar en su taller de conservación de automóviles, el que próximamente se convertirá en un museo que exhibirá 150 modelos. Será un espacio abierto al público, que busca revalorizar las obras de arte en diseño de carrocerías y la habilidad de aquellos que crearon motores poderosos y versátiles.

En su calidad de coleccionista, Yves se acerca más a un conservador que al oficio del restaurador, “porque el primero toma el auto, lo desarma entero, encarga repuestos y listo. El segundo, le dedica mucho más tiempo a reparar cada pieza”, explica.

Su amor por los autos antiguos partió hace más de 25 años, cuando le dieron el dato que en corrales municipales, había vehículos atractivos que no eran reclamados por sus dueños. Desde ahí comenzó a frecuentar los remates. En su tarea, ha buscado la ayuda de maestros desabolladores y soldadores especializados, que tienen la virtud de replicar de forma perfecta lo que el paso del tiempo dañó.

Su plan es inaugurar su museo a fines de 2019, en una gran instalación en el Pueblo de Chépica, para que las personas puedan volver al pasado con los clásicos, a través de un Pontiac, un Fiat Topolino o una burrita Ford. “Me gustaría que al observar cada una de estas piezas de colección, los visitantes puedan ver el auto de sus padres o abuelos y así despertar esos momentos que se atesoran con cariño y añoranza”, expresa Yves.

El espacio no estará necesariamente orientado a los especialistas, “porque estoy trabajando para que campesinos, obreros y gente de trabajo, se sientan acogidos y logren pasar un buen momento”, indica Cardoen, quien conserva el legado histórico de automóviles rescatados del olvido, permitiéndoles lucir sus mejores galas, como si estuvieran nuevos y preparados para llevarnos a un paseo con máquinas que siguen siendo espectaculares.

Tal como hoy nos asombramos con la realidad aumentada, la inteligencia artificial, el internet de las cosas y la automatización, estos dos coleccionistas nos muestran que también es posible sorprenderse con el pasado, honrando la memoria colectiva, gracias al talento de aquellos que con visión, prefiguraron nuestro presente.

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