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Desde la Ventana

Gonzalo Delpiano: El zar de los sombreros

Considerado como un pionero del rubro en Chile, con 36 años de trayectoria, el reconocido empresario se refiere a la pasión que compartió con su padre por este centenario accesorio y nos relata su momento más glorioso, el resurgimiento de su uso en el país durante los 80’, a partir de modelos basados en tendencias extranjeras, dando inicio a una marca, que hasta hoy, continúa fortaleciendo su prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras.

POR PATRICIO MORALES L. | FOTOGRAFÍA RAMÓN MONROY C.

El sombrero surge para dar respuestas ante necesidades climáticas: protegerse del sol y de la lluvia. Con el paso del tiempo, evoluciona en función de las creencias, tradiciones y, por supuesto, la moda, convirtiéndose en una distinguida indumentaria para diversas sociedades y culturas. Por esta razón, se le han designado variadas funciones y significados, desde su pertenencia a un determinado status, hasta connotaciones religiosas.

En el transcurso de los siglos XIX y XX, se acuña el popular dicho “ser de medio pelo”, cuyo origen radica en la distinción entre una clase social y otra. La alta, usaba sombreros fabricados con pelaje largo de castor; mientras que la baja, con menos recursos, debía recurrir a aquellos de pelaje más corto. Asimismo, dentro de la tradición judeocristiana, esta prenda cobra especial relevancia para distinguir la jerarquía de ministros y clérigos, pues en ella estaba contenida la cercanía con la divinidad.

En Chile, su presencia ha sido nutrida por el prestigioso trabajo que desde los 80’ viene desarrollando Delpiano. Nos reunimos en su tienda del Barrio Bellavista, en Santiago, y entre sus diseños de paja, cuero, fieltros de lana y algodón, conversamos sobre sus comienzos, la influencia en la moda nacional y el aporte para democratizarlo. Ponga atención, además, en las recomendaciones para el cómo y cuándo usarlo.

“Siempre existirán las tendencias, pero a pesar de que este mundo sea globalizado, donde todo se generaliza, también hay un espacio para poder diferenciarse del resto, materializado en un corte de pelo, usando piercing o colocándote un sombrero”.

¿Cuáles son tus orígenes en el mundo de la “sombrería”?

Partí el año 1980, después de regresar de un viaje a Estados Unidos, donde estuve estudiando inglés. Entre las cosas que me llamaron la atención de esa experiencia, fue que los norteamericanos usaban demasiado el sombrero. Me gustó mucho esa moda, porque desde muy pequeño sentí una atracción por este accesorio. Mi papá usó toda su vida sombrero y, por lo que recuerdo, cuando lo dejaba sobre un mueble, yo lo tomaba para probármelo, jugar y mirarme en el espejo. Siempre tuve ese feeling. Y es más, me compré dos sombreros en E.E.U.U.

Regreso a Chile, con una mano adelante y la otra atrás. De inmediato pensé en buscar una persona que supiera confeccionar sombreros. Fue bien apasionante, pues empecé de cero. Me fue difícil armar un equipo de trabajo, pero encontré a dos personas para instalarme con un pequeño taller. Así creamos los primeros diseños y salí a vender. A la gente le gustó de inmediato. Incluso, empezaron a pedirme modelos personalizados y me traían muestras para replicar que habían comprado, por ejemplo, en Londres.

Muchos creen que este oficio lo heredé de mi familia y no fue así. Ahora, es cierto que los grandes precursores de fábricas de sombrero provienen de Italia. En una oportunidad, conversando con un señor del consulado italiano en Colombia, me enteré que la zona de la que provienen mis antecesores, entre Turín y Milán, cercano a los Alpes suizos, es reconocida por sus artesanos en sombreros. Quedé asombrado con ese dato, debido a la estrecha similitud con mi gusto por ellos.

Se te señala como un referente en la moda durante los 80’. Cuéntame, ¿cómo fue esa época?

Fue un momento glorioso, pues lideré un proceso de resurgimiento de los sombreros en Chile, potenciado por nuevas ideas traídas desde New York, España e Italia. Estos nuevos estilos me hicieron conocido. También me favoreció la baja importación, por lo que tenía el mercado prácticamente para mí. En verdad, fueron años muy buenos. Adicionalmente, trabajé con grandes tiendas y tuve roce con la alta costura. Aun así, mi sistema siempre fue producir en mi fábrica y salir a vender, por sobre mi aparición en las pasarela o las revistas de moda.

¿Tus creaciones siguen alguna tendencia?

Sí, claro. El sombrero está muy de moda actualmente, pero no como una prenda obligada a vestir, sino que como un accesorio que te hace resaltar, que te diferencia en tu personalidad o figura. Creo que no existe otro accesorio que te dé más notoriedad que un sombrero, pues es como la guinda de una torta. Pero debo precisar, que hay formas y formas de llevar un sombrero.

A estas alturas, ¿crees en los estereotipos?

Por supuesto. Hay referentes de la moda que usan sombrero y provocan que el resto de la sociedad siga esos patrones. Siempre existirán las tendencias, pero a pesar de que este mundo sea globalizado, donde todo se generaliza, también hay un espacio para poder diferenciarse del resto, materializado en un corte de pelo al rape, usando piercing o colocándote un sombrero. Algo que te dé un toque distinto. Lo mío, en particular, fue retomar un rubro que estaba alicaído junto con brindar una nueva propuesta, la que consistía en traer estilos que se estaban usando fuera del país, asumiendo el desafío de que al chileno no le gustara.

“En 36 años, han pasado un par de generaciones por mi tienda (ríe). He recibido a jóvenes que vienen a comprar sombreros para sus padres, quienes han usado toda la vida Gonzalo Delpiano”.

¿Y qué le gusta al chileno?

Le gustan las estéticas más bien clásicas, no tan llamativas. Y tenía que adaptarme a eso, por ejemplo, no podía crear sombreros de colores fuertes. Una cosa es la propuesta, pero otra es lo comercial, las creaciones que son potencialmente vendibles. Entonces, es relevante mantener un equilibrio.

¿Qué caracterizó a tu nueva propuesta?

Modelos y diseños de tendencias extranjeras, protagonizadas por algún material en específico. Y la gente me lo ha agradecido, incluso en otros países, desde donde me escriben para felicitarme y encargarme productos.

¿Qué diferencia a tus productos con la oferta de la competencia?

El gusto y la calidad. En cada una de mis creaciones involucro materiales de excelente calidad, aunque eso signifique un costo mayor. En eso no transo.

¿Qué materiales utilizas?

El uso del sombrero está relacionado al clima. Existen dos temporadas, otoño–invierno y primavera–verano. Para climas más fríos se usan los fieltros, paños de lana y cuero; mientras que para un ambiente más cálido, se emplea la paja, exportada desde Ecuador o de otro lugar donde se produzca y se teja a mano.

¿Cómo visualizas el concepto: “La moda siempre vuelve”?

Creo que cada vez existen menos tendencias, porque está predominando la libertad para vestirse. La gente está usando lo que realmente le gusta. Si alguien quiere usar sombrero, lo hará. ¡Qué importa si se están usando mucho o poco! Es una cosa de gusto personal. No así en los años 30’, 40’ o 50’, donde era una prenda obligada.

Hoy está la libertad para decir, ¡me quiero sentir distinto y me pongo un sombrero! Se está estilando su uso en lugares abiertos, como un matrimonio al mediodía, por ejemplo; que la mujer vaya con un sombrero, le proporciona un look muy bonito, distinto, elegante.

¿Hacia dónde proyectas tus diseños hoy?

No estoy en la parada de proyectarme. Trato de vivir un presente, mi presente es buscar cosas innovadoras durante mis viajes y que sea del gusto de mis clientes. Prefiero pensar en el hoy, en lo que tengo a mano para ofrecer y hacerlo de la mejor manera posible. Cuando tienes éxito, ese éxito se transforma en una carga fuerte, en una auto–exigencia mayor.

¿Consideras que has democratizado el uso del sombrero en Chile?

No sé si lo he democratizado, pero sí he aportado a través de una propuesta para todos, pensada para aquellas personas que si les gustan mis diseños, puedan adquirirlos. Siempre he sido receptivo a todos los estratos sociales y jamás me he encajonado en un segmento en especial.

A tu juicio, ¿cuándo usar y cuándo no un sombrero?

Partiré de la base de que uso sombrero. Cuando entro a una casa o un lugar cerrado, trato de sacármelo. Ahora, si ese lugar es público, como un bar/discoteque, no tengo por qué sacármelo. Pero si entro a un restaurant a comer, me lo saco.

Existen ciertos lugares o contextos, que por respeto hacia el resto de las personas que allí están o por lo que representan esos espacios, te sacas el sombrero, como ocurre en un funeral o en un templo religioso. Lo anterior, dentro de un contexto masculino, pues a la mujer se le permiten ciertas licencias, como llegar a algunos eventos o espacios y no necesariamente sacárselo.

¿Qué significan para ti estos años recorridos en la moda y mirar en retrospectiva aquel camino?

Se me viene a la mente mucho esfuerzo, mucho sacrificio, pero con muchas satisfacciones también cuando ves que tus propuestas son bien recibidas por la gente, con mucho reconocimiento a tu trabajo, con muchas felicitaciones. Te dicen qué bonito, qué buena calidad. La verdad, es una satisfacción tremenda.

En 36 años, han pasado un par de generaciones por mi tienda (ríe). He recibido a jóvenes que vienen a comprar sombreros para sus padres, quienes han usado toda la vida Gonzalo Delpiano.

En definitiva, ha sido mucho esfuerzo, pero no lejano a conseguir logros. Es rico saber que a la gente le ha gustado lo que hago. Reflexionando, quizás me ha faltado vender más la pomada, pero la verdad es que soy de bajo perfil y prefiero que las cosas se vayan desarrollando de manera natural.

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