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José Maza Sancho: Educación, la riqueza de un país

Oriundo de Valparaíso, el destacado astrónomo y astrofísico, amante del vino y jugar al cacho, asume en el término de su periplo profesional el rol de agente masificador de los conocimientos de sus áreas. En este desafío personal,–que lo llevó a ser reconocido como Chileno del Año por los Premios Natida 2019– ha decidido dar presentaciones de ciencia y tecnología, con las que busca incentivar el interés de la sociedad por estas ramas del saber y aumentar las escasas instancias de acceso que existen a ellas.

POR MATÍAS SAN MARTÍN H. | FOTOGRAFÍAS MÓNICA MOLINA

El eclipse solar del pasado 2 de julio fue un suceso imperdible para muchos. Científicos de todo el mundo pusieron sus ojos en nuestro territorio, e incluso reporteros de National Geographic sobrevolaron los cielos de la cuarta región, sólo para tratar de captar el momento exacto en que la luna ocultó con su trayectoria al sol.

Dentro de este contexto, el profesor José Maza se robó la atención de la agenda mediática en los días previos. Reconocido astrónomo y astrofísico de la Universidad de Chile (UCh), que paralelo a su profesión, lleva años como educador de ciencias a través de conferencias. De hecho, para el día cero mientras se esperaba el evento, dictó una charla que repletó el Estadio La Portada de La Serena.

Según datos publicados por la página web de la UCh, Maza ingresó a la Escuela de Ingeniería en 1964, tomando sus primeros cursos de astronomía en 1966. Sus grados de Magíster y Doctorado los obtuvo en 1975 y 1979, respectivamente, ambos con mención en Astrofísica, conferidos por la Universidad de Toronto, Canadá.

También fue docente titular de su carrera, Director del Departamento de Astronomía y autor de innumerables investigaciones y publicaciones como “Marte, La Próxima Frontera”. Pero quizás, sus mayores logros han sido el proyecto Calán Tololo, clave en el descubrimiento de la aceleración del universo y la existencia de energía oscura; y su distinción como Premio Nacional de Ciencias Exactas de 1999, luego de contribuir al conocimiento de la velocidad expansiva del cosmos y determinar su geometría a gran escala.

Nos enteramos de su presentación pública “50 años de la llegada del hombre a la luna” en Biblioteca Viva, en el marco del lanzamiento del programa de invierno “Vacaciencias”, impulsado por el Mall Plaza Los Dominicos, encuentro que fue el escenario para esta entrevista, en la que se refirió a su nuevo rol de educador de sus campos de estudio, apuntó al Estado como promotor de investigaciones y se mostró optimista frente al paulatino interés de los chilenos para interiorizarse en materias científicas.

 

 

¿Cuáles fueron los factores que gatillaron su interés por el estudio de la ciencias exactas, específicamente de fenómenos relacionados con la astronomía y astrofísica?

Esta área la despertaron el cosmonauta soviético Yuri Gagarin y compañía. Tenía 11 o 12 años y estaba en el Instituto Barros Arana cuando el hombre llegó al espacio, desde donde veíamos pasar satélites. Afortunadamente salí malo para el fútbol, entonces mientras el resto jugaba, aprovechaba de conversar con los más tranquilos sobre lo que leíamos de ciencia. De a poco me fui metiendo en astronáutica, pero con la mente en ser ingeniero. Al momento que me tocó elegir especialidad, se abrió la posibilidad de hacer una en astronomía. Postulé y me quedé con esa opción.

Cuéntenos sobre sus sensaciones al ser reconocido como Premio Nacional de Ciencias Exactas en 1999 ¿Fue un objetivo o un hecho inesperado?

Jamás fue un objetivo. Fueron unos colegas quienes me presentaron. Me resistí durante unos días (ríe), luego dije: “no pierdo nada, es gratis”. La postulación coincidió con el estudio El Calán Tololo que terminó muy redondo, pues determinó la velocidad de expansión del universo y sirvió de complemento en el año 98’ para que se descubriera que el universo a gran escala se acelera, usando nuestra metodología. Fue un gran golpe para los astrónomos del mundo, quienes presentaron cartas de recomendación aludiendo a mi participación en ese descubrimiento, lo que influyó después en mi premiación. Significó un hecho de gran emoción, porque me renovó el compromiso que ya tenía de devolver, antes de irme a mirar los árboles por debajo, todo lo que aprendí gracias a la educación pública.

“Ser Premio Nacional me renovó el compromiso que ya tenía de devolver todo lo que aprendí gracias a la educación pública”.

Desde su perspectiva y conocimiento, ¿qué tan desarrollado está nuestro país en ciencia, tecnología y astrofísica?

Llevo 50 años en astronomía y te puedo decir que hoy estamos 100 veces más arriba. Pasamos de cuatro a 120 astrónomos. No obstante, Chile tiene ocho mil investigadores en ciencia, y Finlandia, que es un país tres veces más pequeño en población, tiene 60 mil. Al nivel de ellos, deberíamos tener 180 mil investigadores. Necesitamos aumentar el número en un factor de 20, es decir, que cada uno debe multiplicarse por 20, para recién compararnos con ese país que siempre lo ponemos como ejemplo en el desarrollo que queremos.

¿Esta debiese ser una meta a nivel de Estado?

Absolutamente, porque es el único beneficiado. Me angustia cuando los científicos pedimos más dinero para la ciencia y el gobierno entiende que queremos más plata para nosotros. Y es una inversión que sólo beneficiará al país. Si aquí hubiese 10 veces más ciencia, ganaríamos mucho más como sociedad.

Bajo ese contexto y desarrollo ¿qué tan accesible son estas áreas para la sociedad, en función de sus posibilidades para estudiarlas o culturizarse con ellas?

La ciencia no se ha desarrollado como debería. El Presidente Eduardo Frei Montalva estableció la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, porque sabía que la ciencia era el futuro. Después vino un interregno de 17 años de un gobierno bastante confuso, la dictadura militar, donde el conocimiento, la educación y el que supiéramos pensar, no era un objetivo país. Se intentó retomar esta idea, pero jamás internalizamos la relevancia de la ciencia. Hay que popularizarla, decirle a la señora “Juanita” lo importante que es mirar el cielo o que entienda cómo funcionan las cosas. Hoy esto se ha privatizado, cada investigador tiene que rendir y publicar artículos en revistas internacionales. Al gobierno le importa un pepino que llevemos el conocimiento a la sociedad. Si un científico joven hiciera lo que hago en estos momentos, truncaría su carrera. Yo ya tengo la mía en la espalda. Deberían existir más lugares de educación no formal, porque la educación tiene que ser un bien público. A todos nos conviene vivir en un país más educado.

¿Se cataloga como educador o divulgador de la astronomía y astrofísica en Chile?

Por supuesto, absolutamente. En esta instancia de mi vida a eso me dedico.

¿De qué manera ha procesado esta popularidad que alcanzó durante el último tiempo?

Me lo tomo con humildad, aunque suene arrogante. En su momento sí me preocupó, cuando fue el eclipse, porque me reconocían y me pedían fotos. Me enternece que los más pequeños se interesen en estos temas o por un científico. Acá los referentes son Alexis Sánchez o Iván Zamorano, quienes tienen la gracia de jugar bien a la pelota. Pero que una niña se te acerque y no se atreva a pedirte una foto porque soy alguien de su interés, me pone muy contento. Y esto es bueno para el gremio. En un par de años me jubilaré, nadie se acordará de mí y me gustaría ver que algunas semillitas que dejé por ahí terminen ingresando a carreras científicas. Espero que los jóvenes dejen de ver farándula y dediquen más tiempo a leer.

“En un par de años me jubilaré, nadie se acordará de mí y me gustaría ver que algunas semillitas que dejé por ahí terminen ingresando a carreras científicas. Espero que los jóvenes dejen de ver farándula y dediquen más tiempo a leer”.

En su última publicación, “Marte, la próxima frontera”, ¿con qué tipo de contenido se encontrarán los lectores? ¿Postula alguna hipótesis, es un ensayo de reflexión, son relatos?

La mitad del libro está dedicado a los 50 años de la llegada del hombre a la luna y la carrera espacial. También insisto en lo mucho que nos cambió ese hito, pero ir a Marte nos cambiará mucho más. A partir del alunizaje hoy tenemos celulares, Internet, computadores. Imagínate el nivel de cambio que habrá en la Tierra si viajamos a Marte. Mi intención es provocar que la sociedad analice temas más allá de la contingencia. Chile podría centrar sus estudios en los tipos de alimentos que se pueden cultivar allá. En definitiva, es un cuento que intenta dirigir el pensamiento del país hacia esa hazaña.

Dejando de lado aquel hombre experto en astrofísica, que se ha convertido en “Rockstar” ¿Quién es José Maza y cómo es su ambiente familiar? ¿Cuáles son sus placeres, pasiones y hobbies?

A estas alturas tengo poco tiempo libre. Afortunadamente la vida me ha tratado bien. De mi primer matrimonio tengo una hija y dos nietos, pero viven en Canadá. Los he visto un par de veces, mientras que del segundo tengo dos hijos, y dos nietos por parte de mi hija. Ellos constituyen mi núcleo familiar donde me siento cómodo, ando en pantuflas y soy feliz. Tengo un grupo de amigos, somos cuatro matrimonios, con los que me veo por lo menos una vez al mes. Disfrutamos un rico picoteo, un buen Cabernet Sauvignon y jugamos al cacho. Después siempre viene un bajativo, que suele ser un Scott de 12 años. El contacto con la gente que quieres es lo que mantiene el corazón calientito. Dicen los estudios que el mejor envejecer es la cercanía con la familia y los amigos. Al final del día, lo único que importa son los afectos, por eso hay que cultivarlos. Devolver la llamada, contestar el WhatsApp o juntarse de vez en cuando. Mi madre, que hoy tiene 90 años, me dice: la soledad es el cáncer de los tiempos.

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