Deberíamos estar atentos, pues gran parte de los vinos más originales que se pueden probar hoy en Colchagua vienen de manos de enólogas. No es casualidad que Andrea León, con su línea Collection de Lapostolle, o Javiera Ortúzar, con Después de la Lluvia y su premiado petit verdot, se predispongan a hacer vinos cargados de personalidad. Laurence Real pertenece a este grupo de mujeres, donde reina la idea de diversificar este valle.
POR ALVARO TELLO | FOTOGRAFÍA FLORENCIA LEIVA
Por el 2015 recuerdo haber probado los primeros Pét-Nat, o Pétillant Naturel, del valle del Loire, Francia. Vinos loquísimos, frescos, llenos de burbujas que pinchan la lengua, y que además, poseen un aspecto nebuloso. Turbio, por decirlo correctamente. Pero no se engañen, ya que esa opacidad (debido a que los Pét-Nat contienen levaduras que revolotean al interior de la botella) cede a cambio de ricos sabores frutales, que vienen a convertir a este tipo de vinos, en exponentes con alto grado de bebilidad. Laurence Real y su Pét-Nat Syrah, cumple a cabalidad todo lo que reseñamos. Es puro frescor y chispa.
El portafolio de la enóloga francesa, con casi 25 años en nuestro país, es rico en diversidad. Tomemos por ejemplo Four Skins. Se trata de cuatro cepas: roussane, marsanne, semillón y viognier, que se fermentan con sus pieles (maceración pelicular), permitiendo que emanen aromas de una exquisita complejidad. Rayando en la elegancia. Y todo de parras colchagüinas.
Bajo esa línea, Laurence y su esposo, Pablo Bastías, son dueños de un estricto sentido regional, recalcando que todos sus vinos son, y deben ser, hechos con uvas de Colchagua. “El clima y terroir del valle no es solamente para Carmenere o vinos tintos. Sobre una horizontal, de cordillera a mar, tienes suficiente suelos y climas como para experimentar. Para mí es un desafío hacer crecer el valle. Y esta es la principal base del proyecto L’Entremetteuse: ¡defender a concho Colchagua!”, exclama la enóloga.
L’Entremetteuse, es una línea de vinos libre de sulfitos, que no avanza por un estándar o estereotipo. Donde se experimenta, pero no se improvisa. Y acá nos encontramos con varias sorpresas. La primera de ellas es Rouge George 2018, un Pinot Noir proveniente de Paredones, la zona “fresca” y más cercana al mar de Colchagua. Con apenas 11,5 grados de alcohol, muestra las clásicas notas terrosas de la variedad, deslizándose con amabilidad en boca. Suave y delicado. Pero al cual deben darle algo más de tiempo en botella, de tal forma que pueda mostrar todo su potencial.
Ante el consumidor, la variedad Viognier puede que aún se encuentre en calidad de desconocida. Sin embargo, para los productores de Colchagua no lo es tanto. Desde 1990 es cultivada y fue utilizada en sus comienzos para darle cuerpo y alcohol a otras cepas, como Sauvignon Vert y Sauvignon Blanc.
Así, L’Entremetteuse Viognier 2018 se aleja de la potencia y el alcohol que antiguamente marcaba la pauta en esta zona. Con sólo 12,5 grados, es uno de los escasos exponentes que presenta acidez (otra gran y grata sorpresa) junto con una nariz donde se muestra toda la exuberancia en su fruta. Floral y cítrico.
Un respiro, sobre todo cuando los vinos tienden a la industrialización más que a la creación. Bajo esa escena, el reto es no segregar consumidores, es ampliar el espectro. Esto es sólo vino, y lo importante, como señala Laurence Real, “es construir una historia, para convencer de algo más: Colchagua, mar, cordillera, grandes viticultores, sin intervención, sin correcciones, cero sulfito, un trabajo sin red, hecho artesanalmente… aunque sé que en Chile esta palabra no está bien valorada, pero para mí, se asemeja a las grandes marcas de lujos francesas, como Hermès, donde todo está hecho en base a la tradición, a mano, con respeto a la materia prima, y con personalidad”.