Pilar Echeverría: ACTITUD RESILIENTE
En una emotiva conversación, esta artesana colchagüina radicada en Lolol y amante del diseño, nos revela detalles de las vivencias de su etapa personal más cuesta arriba: la pérdida de su esposo y tres diagnósticos catastróficos, para muchos una debacle imposible de sortear bajo ningún parámetro, pero que ella, gracias a su coraje y el incondicional apoyo recibido por sus seis hijos, logró superar.
Recién llegada de un break en el Lago Villarica, nos recibe alegre en su taller de artesanía Terracota, ubicado en la entrada de la comuna de Lolol, donde confecciona sus maceteros y bordados que maravillan a clientes del valle y sus alrededores, los cuales reconocen el colorido y belleza de sus obras.
Entre sus cercanos, esa admiración por sus creaciones también traspasa a un plano más íntimo, a una difícil etapa en la historia de Pilar Echeverría, la que comenzaría en el año 2010, luego del desastre provocado por el terremoto del 27/F. Por ello, según nos cuenta, sus amigas la consideran “una guerrera, una sabia, por todo lo que debí superar desde ese momento, sin perder el optimismo y mis ganas de vivir”.
POR MATÍAS SAN MARTÍN H. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.
Tu arte, ¿En qué consiste? ¿Qué intenta expresar?
En relación a los maceteros, sigo una tradición que dejó mi marido, la cual comenzó hace 20 años. Estos se preparan con moldes y una mezcla de concreto. En cambio, con mis bordados trato de expresar mi esencia, mi estilo, mi trazo; que consiste en una técnica de bordado a mano alzada.
Se caracterizan por ser muy coloridos, llamativos y con muchos diseños. A pesar de mi artrosis en las manos, continúo con mis artesanías, porque intento dejar mi sello en mis dibujos y mis puntadas, en cada una de mis clases que realizo en Santiago y en el restaurante La Posada del Asturiano de Santa Cruz, los días martes.
¿Imagino que tu trabajo creativo ha funcionado como una terapia?
Efectivamente es una terapia. De hecho, lo nombro como un bordado terapia, porque sirve para desahogarse, para eliminar todas esas malas energías. Me sirve para pensar en este proceso que comencé a vivir desde la muerte de mi marido, para darme cuenta de que otras personas también lo están pasando mal y que es posible salir adelante.
He comprendido que la vida es muy frágil. Hoy puedes estar bien y mañana no sabes. Entonces doy gracias por mi salud, porque ahora estoy bien. También he aprendido a enfocarme en disfrutar las cosas y no exigirme tanto. Aprovechar los pequeños momentos de la vida, como estar con mis hijos, mis nietos, amigas y mis seis perritos, que son mi compañía en la casa de Lolol.
Mis productos los pueden encontrar en la tienda Ecobazar, ubicada en el Boulevard de la Viña, en Santa Cruz. Y si quieren adquirir uno de mis maceteros, sólo se puede mediante reserva, a través del número telefónico: +569 9442 6176.
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SI TÚ LE PREGUNTAS A MIS AMIGAS, CUÁL ES MI SELLO, ELLAS TE DIRÁN: “SU ALEGRÍA, SU ÁNIMO Y SUS GANAS DE VIVIR”. Y ESO, ME AYUDÓ MUCHO A SUPERAR LAS COSAS QUE ME TOCARON VIVIR.
CUESTA ARRIBA
¿De qué forma se presentan estos duros episodios que han marcado esta etapa de tu vida?
Esto comenzó en 2010. Mi casa se desmoronó con el terremoto, al tiempo después, murió mi marido, Joaquín Mujica. Y al mes de esa importante pérdida, me dieron dos aneurismas cerebrales, por lo que fui derivada a la UCI de una clínica, donde estuve un mes y medio. Allí, los médicos fueron súper claros y fríos, les dijeron a mis hijos que tenía sólo dos diagnósticos: “Se puede morir y si vive, quedará con secuelas, pues tendremos que abrir su cabeza”. Y yo, consciente, escuchando sin poder moverme y hablar; “No voy a morir, recién perdí a mi marido, cómo dejar a mis niños”, pensaba. Sentí algo tan fuerte… estaba convencida de seguir viviendo, incluso tenía la certeza de que me recuperaría. Mis hijos estaban sufriendo, entraron a la habitación para darme un beso. Sentía que para ellos era una despedida, tenía mucha impotencia.
Me llevaron a pabellón, cuando desperté, pensé que estaba en el cielo, todo era muy blanco. Luego me pasaron a la UCI y al tiempo, a intermedios. Empecé a recuperarme con la ayuda diaria de kinesiólogos. Comencé a moverme y a caminar. Fue un milagro.
¿Cómo sigues tu vida, luego de esto? ¿Cómo te replanteas después de estos tremendos golpes?
Espera, esto sigue. Superado lo anterior, un día estaba en la ducha y me di cuenta que estaba súper flaca. Soy delgada, pero era mucho, exagerado. Comencé a tocar mi cuerpo, cuando en mi mama derecha sentí una bolita dura. Al otro día, lo mismo. Esa piedra seguía ahí.
No lo dudé y fui al médico en Santa Cruz para hacerme un examen. Cuando estábamos en el procedimiento, me miró y me dijo: “Estamos mal, tienes un tumor grande en tu mama derecha”. Mientras me hablaba, sólo atiné a llorar.
Salí de ahí, sin saber qué hacer, no recordaba ni el lugar dónde había estacionado el auto. Me senté en la cuneta y comencé a llorar. Ahí me vino el cuestionamiento de por qué me pasaba esto a mí, otra vez. No sé cómo, pero logré salir adelante.
A los dos años después, en un control de rutina PET, mi doctor me dice que apareció algo extraño en mi columna. Me esperanzaba en que fuera una hernia. Repetimos el examen y se confirmó lo que no quería: el cáncer se había ido a una vértebra.
Gracias a Dios, actualmente, me encuentro bien. No tengo nada y espero seguir bien en mis próximas revisiones.
¿Cómo enfrentaste esa situación? ¿De dónde sacaste las fuerzas?
Creo que siempre podemos dar un poco más. Esas fuerzas de flaqueza existen, son reales. Eso sí, hay que tener cuidado, pues también tienes el poder de influenciar negativamente en ti mismo. Si te dicen que tienes cáncer y tú crees que vas a morir, efectivamente puedes morir. Es un tema relacionado a la cabeza, a la fe que ponemos por superar la adversidad.
Creo que el factor más importante, fue toda la motivación de mis hijos: Dominga (36), Joaquín (35), Ignacia (32), Ricardo (31), Santiago (27) y Crescente (22), quienes siempre estuvieron conmigo; y la felicidad de mis siete nietos, así como también, el aliento recibido de la familia, de mis hermanas, amigos y gente cercana. Entorno a mí, se generó un ambiente lleno de cariño, que me ayudó muchísimo en el día a día. Además, después de tantos golpes, la situación la comencé a tomar con humor. Por ejemplo, después que se me cayó el pelo, me regalaron una peluca, pero por el calor tuve que cambiarla por un pañuelo.
¿Qué enseñanzas rescatas de esta última etapa de tu vida?
Si tuviera que decirle a otra persona cuál es mi enseñanza de vida, es muy simple, el buen ánimo y las ganas de vivir. Del mismo modo, tener fe en las cosas que hacemos y ser valientes a los desafíos que nos enfrentamos. Jamás darse por derrotados, porque esa actitud es la que termina por derribarte, y no la barrera a la que te enfrentas.
Si tú le preguntas a mis amigas, cuál es mi sello, ellas te dirán: “Su alegría, su ánimo y sus ganas de vivir”. Y eso, me ayudó mucho a superar las cosas que me tocaron vivir.