Apasionado por los deportes extremos y el cuidado del medioambiente, así se define el reconocido kayakista nacional, integrante de la sexta generación de la familia Astorga en San Alfonso, Cajón del Maipo. Allí, en su casa ecológica y junto a su inseparable amigo Bagual, nos relata su incansable lucha por impedir que empresas de energía sigan interviniendo el ecosistema del sector, las que con su funcionamiento, según nos revela, también amenazan la calidad de vida de los habitantes de la Región Metropolitana.
POR MATÍAS SAN MARTÍN H. | FOTOGRAFÍAS PATRICIO CHANDÍA M.
Vivió una infancia distinta, rodeada de naturaleza: subiendo árboles, escalando montañas y navegando ríos caudalosos. El epicentro de sus aventuras, ha sido el fundo familiar ubicado al fondo de la Cascada de las Ánimas, Provincia Cordillera. En ese lugar y tras un puente colgante, yacen los hogares de tíos, primos y hermanos, quienes comparten con él su respeto por la biodiversidad, valor que los ha llevado a luchar contra un gaseoducto en 1996 –el cual nunca alcanzó a funcionar–, y a liderar actualmente un movimiento ambientalista que se opone a la puesta en marcha de la hidroeléctrica Alto Maipo.
Gran parte de su esencia combativa y exploradora la heredó de su madre, Liliana Astorga, y su padre, Sergio Andrade, destacados guías turísticos en la Región del Biobío y la zona cordillerana de la capital. “Son personas de una conexión especial con la tierra y sus recursos. Me enseñaron que somos un sistema integral en constante comunicación. Si corto aquí, causaré daño allá. Son los culpables de que a mis cuatro años haya practicado rafting, de mi personalidad sensible y de sentirme infeliz con la presente crisis climática”, argumenta el ex participante de “La Odisea”, programa de expedición conducido por su tío Ricardo Astorga.
De ellos, además, aprendió sobre la permacultura, especialmente de su papá, quien es un artesano/constructor reconocido por sus peculiares diseños en movimiento, similares al estilo del arquitecto español Antoni Gaudí. Entre sus obras están la Casa Bosque, el centro de eventos Casa Chocolate, y por supuesto, la que ideó para su hijo a base de materiales reciclados como barro, fierros, neumáticos, botellas y bigas recogidas del Maipo.
El hogar ecológico de Pangal (34), desde el cual se respira aire fresco y se escucha el relajante sonido del río, es el punto de encuentro para esta entrevista. Acompañados por su fiel compañero Bagual –un labrador de color café–, subimos junto al influencer hasta su terraza para analizar el proyecto energético que amenaza con destruir el entorno natural del Cajón del Maipo, –pensando en la sobrevivencia de las futuras generaciones–, y reflexionar respecto a lo clave que es generar una sociedad que combata el inminente calentamiento global.
¿Qué significa este cañón andino para ti?
El Cajón del Maipo es el lugar que vio nacer y crecer a mi familia. Nos ha dado todo para ser lo que actualmente somos. Nos ha entregado aventuras, ríos, cerros, árboles, animales, nieve, aire fresco, entre muchas otras cosas. Aquí aprendí a sobrevivir, hacer fuego, cazar y volar. Alguna vez dije: “Jamás quiero crecer porque soy demasiado libre y feliz aquí.”, pero lamentablemente estamos matando todo. Cada vez el terreno es más seco y los niveles de agua siguen bajando. Sinceramente, me siento decepcionado de la sociedad. No comprenden que esto es un santuario de la naturaleza, el último pulmón verde de Santiago, su aire acondicionado.
¿Cuáles son los impactos de Alto Maipo que afectarían a la biodiversidad local y a los habitantes de la Región Metropolitana?
En estos momentos hay dos empresas que están destruyendo “El Cajón”, AES Gener –de Estados Unidos– y Strabag –de Austria–. El proyecto consiste en desviar los afluentes principales del Río Maipo: el Yeso y el Volcán, 70 kilómetros más abajo para generar electricidad. Si destruimos este cañón, la temperatura de la capital aumentará de tres a cuatro grados y ponemos en peligro el 80% del agua potable de millones de santiaguinos. Deberíamos proteger lo más importante: el agua. Estamos jugando con ella. Sin este recurso no hay vida. Ahora estamos atravesando una severa sequía en el país, por lo que no se puede entender este tipo proyectos.
La sobreproducción de energía se venderá a filiales en Argentina y Perú. Las transnacionales están haciéndose ricos a costa nuestra, porque aquí se les permite intervenir libremente el medioambiente. Y lo peor, es que no podemos hacer nada, porque si protestamos o intentamos detener el “progreso”, nos catalogan de terroristas. Pero, ¿quiénes son los individuos que están atentando contra la vida de todos a través de estas acciones? Ya vieron la catástrofe de incendios forestales que devastaron La Amazonía, ¿se imagina algo así acá?
¿A qué nos ha llevado como país esta despreocupación por nuestros ecosistemas?
A que convertimos Chile en un país de sacrificio, el que enriquece a las actuales generaciones, pero empobrece a las que vienen. Nuestros hijos sufrirán las consecuencias. Nos autodestruimos a un nivel muy acelerado. Hace poco el gobierno festejó la inauguración de una termoeléctrica en Mejillones. Es incomprensible. Con estas políticas retrocedemos a la época industrial, cuando el carbón era la fuente energética. En la Isla Riesco, de Chiloé, se pretende instalar una mega mina a tajo abierto para extraer este mineral… ¡Explícame eso!
Asimismo están las forestales, y en su minuto, se ha pensado en derretir nuestras reservas de aguas en los glaciares milenarios para explotar minas de oros, para crea lingotes que se guardarán en bodegas, mientras que esa agua que están desperdiciando nos puede salvar en el futuro ¿Puedes entender eso? A simple vista parece una buena medida, con la excusa de entregar trabajo a tres mil personas, pero cuando se termine el proyecto, ¿qué pasará? El daño ya estará hecho y será irreversible.
Siempre recordaré que cuando pequeño visité el Río Huasco en Vallenar y dije que volvería para navegarlo. Regresé y ya no había agua. La megaminería consumió la totalidad del recurso y hoy existe una crisis hídrica importante en la zona.
“Estamos matando [el Cajón del Maipo]. Cada vez el terreno es más seco y los niveles de agua siguen bajando. No comprenden que esto es un santuario de la naturaleza, el último pulmón verde de Santiago, su aire acondicionado”.
¿Ves alguna esperanza de lograr mayor conciencia frente a esta crisis ambiental y climática a nivel global?
Tengo esperanza en las futuras generaciones. Que nazcan y crezcan entendiendo el daño que sus antepasados le causaron a la tierra, a su hogar. Que no contaminen y luchen contra el calentamiento global, y que masifiquen esos ideales. Necesitamos darnos cuenta de las señales que nos da la naturaleza. Hay países que ya no tienen agua y alimentos. No son capaces de sembrar la tierra. Por eso apoyo e impulso causas de reciclaje, de animalistas y veganos, las que por suerte parecen ir en aumento. De esta forma contribuiremos a formar una renovación en la sociedad para limpiar nuestro mundo, como ha ocurrido con el movimiento del no uso de plástico. Perú y Bolivia tienen una cultura hacia el medioambiente muy protectora. Son capaces de desafiar al gobierno para impedir proyectos como Alto Maipo.
Respecto a este cambio a nivel social, ¿tu casa construida a base de la permacultura es un concepto que quieres fomentar?
Por supuesto. La permacultura es la construcción con materiales reciclados que la convierten en una solución viable para contrarrestar la excesiva contaminación de plásticos y otros desechos esparcidos por la tierra y el mar. Mi padre me enseñó esta técnica. Cuando le comenté que quería construir mi hogar acá en “El Cajón” y sin afectar el entorno, me dijo que utilizara botellas y neumáticos. Por ello, he utilizado cerca de seis mil neumáticos, recogidos de vertederos, depósitos e incluso del lecho marino, mientras que como aislante, las botellas plásticas funcionan perfectamente para conservar el frío y el calor según la época. Fue un proceso lento que duró tres años, en el que trabajé junto a tres haitianos. Estoy en planes de masificar este concepto por medio de talleres y cursos. También utilizo mis redes sociales –@pangalandrade– como influencer para enseñar a la gente. Y ojalá algún día esto sea tendencia para construir. Es como dejar nuestra huella de carbono en cero.
Nos hemos percatado que esta sensibilidad ambiental también la tienes por los animales. En este sentido, ¿qué relevancia ha tenido para ti vivir y compartir diversas experiencias junto a Bagual?
Bagual es mi fiel e inseparable compañero. Me lo regaló mi ex para que siempre la recuerde (ríe). Llegó en un momento justo, de soledad. Y hoy es un soporte emocional para mí. Su nombre se debe a una expedición que tuve en La Patagonia para el programa La Odisea. Dos días caminando con nieve hasta las rodillas y sin comer, cuando de repente nos topamos con un sendero, y dije, este camino es de baguales –animales domésticos que se volvieron salvajes–. Luego pensé, el primer perro que tenga se llamará así, pero éste me salió todo lo contrario, bien “pajero”. Para viajar, un siete, se lo duerme todo. Y es muy famoso, tiene 78.400 seguidores en Instagram. Síganlo (ríe): @bagualandrade.