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Desde la Ventana con Ramón Navarro

RAMÓN NAVARRO: “EL MAR PONE LOS LÍMITES, NO TÚ”

Conoció el océano a través de su padre. Comenzó pescando y buceando en sus profundidades, hasta que el mar lo llamó a ser el invitado de honor de marejadas colosales. Este año surfeó “la ola más grande del siglo”, logro que no lo ha desviado de su gran desafío: trabajar por la conservación de la costa chilena.

Mientras el sol se refleja imponente en el agua, los ojos de Ramón (39) se iluminan y entusiasmado nos cuenta cómo la pasión por el mar la trae en su sangre, “porque soy hijo de pescador, mi familia ha vivido cerca del océano toda su vida”, señala. De ahí su profundo amor por las playas de Pichilemu, las que han sido su mejor espacio de entrenamiento, en la tarea de convertirse en surfista profesional.

Comenzó a surfear a los 13 años por diversión, más allá de las caídas y revolcones en las olas, reconoce que aprendió rápido, por lo que se animó a participar en el circuito local, donde si bien no logró un buen resultado, las ganas de seguir compitiendo ya las tenía de sobra.

El pichilemino e hijo ilustre de esa ciudad, llegó a fines de los 90′ a Hawái, donde se le metió “el bichito de las olas grandes”, según afirma. Entre su extensa y fructífera trayectoria, destacan hitos como haber surfeado “La Bestia”, en Iquique (2004), con olas de ocho metros de alto. Asimismo, en 2006, ganó el Ceremonial Punta de Lobos Big Wave y obtuvo el galardón Monster Drop en el Quiksilver in Memory of Eddie Aikau, de Hawái, mayor certamen del surf mundial. En 2012 marcó récord en Fiji, hazaña que repitió con creces este año en el mismo lugar, adjudicándose la llamada por muchos “ola tubular más grande del siglo”, de aproximadamente 10 metros de altura.

POR CARLA BRISSO P. | FOTOGRAFÍA RODRIGO FARÍAS M.

“CADA VEZ QUE COMPITES, TE ENCUENTRAS CON CONDICIONES DISTINTAS EN EL OCÉANO. HAY QUE EMPAPARSE DE ÉL, CONOCERLO, SABER CUÁLES SON LOS LÍMITES Y RESPETARLOS”

Para alcanzar el importante logro deportivo, utilizó la modalidad Tow-in, mediante la que una moto de agua transporta al rider a la zona de las olas monumentales, “donde no podrías llegar remando por ti mismo. Tus brazos nunca agarrarían la velocidad que se requiere”, indica Ramón.

¿Cómo te preparas mentalmente para enfrentar olas tan grandes?

Trabajé muchos años con un psicólogo deportivo, en el tema de las inseguridades y la confianza. Además, me entrené para poner todo en línea cuando me enfrento al mar. Cada vez que vas a competir a un país, te encuentras con condiciones distintas en el océano. Hay que empaparse de él, conocerlo, saber cuáles son los límites y respetarlos. Es necesario tener mucha experiencia, hay que trabajar arduamente y durante mucho tiempo.

¿Le temes a la muerte?

No le tengo miedo a la muerte, lo importante es estar bien entrenado y sentirse en sintonía. Hoy no me meto al mar, si no me siento preparado. El mar pone los límites, no tú. Cuando era chico me tiraba a lo loco y buscaba lo más peligroso. Ahora no, me escucho.

¿Cómo fue la experiencia de Fiji de este año? ¿Corriste las olas más grandes de las que se tenga registro?

Si pudiera, me encantaría repetir esa experiencia, ¡porque casi no me di cuenta! Llevaba más de dos horas en el agua y mi amigo Kohl Christensen me instó a esperar a que llegara la ola más grande. Hicimos Tow-in y las olas eran mutantes. A esas alturas, ya tenía frío. En Fiji el agua es tibia, pero había empezado a correr viento.

Yo estaba flotando y miraba las nubes, estaba en alerta, agarrado a la cuerda que te une a la moto de agua, cuando mi amigo me dice: ¡Dale ahí viene una! Automáticamente me levanté y me concentré. Cuando agarré el tubo, no pude dimensionar la magnitud de la ola gigante, hasta que llegué a la playa. Es alucinante, es como ganarse la lotería.

¿Con cuánta anticipación viajas para esperar olas de estas características?

Tomas la decisión de partir tres días antes de la marejada, no te puedes programar mucho porque la naturaleza manda. Por lo general, tienes que comprarte los pasajes a última hora, que salen un ojo de la cara. Te vas con la esperanza de tener un triunfo como el de Fiji. Somos alrededor de 100 surfistas esperando la misma ola y es una suerte poder lograr lo que me pasó este año.

Para alcanzar este tipo de logros, debes haber hecho muchos sacrificios en el plano personal. Entre las cosas más difíciles están los viajes, porque muchas veces implica dejar a la familia. El cuerpo se cansa, pero lo más doloroso es no poder estar con mi hijo, no poder programarme para un cumpleaños y estar ausente en momentos importantes.

“MÁS QUE TODOS LOS LOGROS DEPORTIVOS QUE HE OBTENIDO, LA PUNTA ES EL PROYECTO QUE ME HACE SENTIR MÁS ORGULLOSO. ES EL ÚNICO LUGAR DE PICHILEMU A CÁHUIL QUE TIENE LIBRE ACCESO A LA PLAYA Y QUE ESTÁ PROTEGIDO”.

Ramón Navarro

 

LA VOZ DEL OCÉANO
Desde niño te has abanderado por temas medioambientales, ¿Cuál es la razón?

Soy una persona que trata de cuidar los lugares que me han dado tanto, los lugares que amo. No me considero medioambientalista, porque estoy aprendiendo. Eso sí, he ocupado mi voz para promover el cuidado de la naturaleza, de nuestra costa. En este sentido, soy crítico de aquellos que pese a ser influyentes, se restan de este tipo de causas. Si tienes voz ¿por qué no la ocupas? ¿por qué quedarse callado, si estamos hablando de tu casa, de tu pueblo?

Hablando de medioambiente, ¿qué nos puedes decir de la Fundación Punta de Lobos a la que apoyas?

Es una fundación que nace hace seis años para proteger la Punta de construcciones que pudieran afectar el fondo marino, la flora, la fauna, las olas. Buscamos distintas maneras de resguardarla, primero como junta de vecinos, después como junta de adelanto y otras formas que no resultaron.

¿Cómo lograron que este territorio fuese transferido el 2017 a la Fundación?

En una ocasión invitamos al Ministro de Bienes Nacionales de esos años, para que viera el lugar y nos apoyara con la causa. Él fue súper preciso: “este lugar es terreno privado y el Gobierno no puede hacer nada, si quieren salvar este lugar, cómprenlo”. Fue un balde de agua fría.

Habíamos tratado de preservarla por el cactus endémico, por el pajarito y por un montón de otros motivos. Resultó que había que juntar 600 millones de un día para otro. Era la única manera. Ahí nació el proyecto de filmar el documental El Hijo del Pescador (que trata sobre la historia de Ramón). La idea era juntar recursos y voluntades, objetivo que junto a ecologistas, empresarios, deportistas y vecinos de Pichilemu, entre otros, logramos alcanzar.

Juntaron el dinero. ¿Cómo te hace sentir aquello?

Más que todos los logros deportivos que he obtenido, la Punta es el proyecto que me hace sentir más orgulloso. Es el único lugar de Pichilemu a Cáhuil que tiene libre acceso a la playa y que está protegido. Es el último pedazo libre que va quedando en el borde costero y qué hay que hacer para proteger eso: ¡Nada!, no hay que hacer nada, déjala ahí y no la toques, sólo mantén limpio.

Se han puesto cierres para que la gente no vaya al acantilado, se han instalado basureros y existe mayor conciencia en las personas de que no se pueden llevar el cactus para su casa, ya que es una zona protegida.

¿En qué está trabajando la Fundación actualmente?

El tema del plástico en los océanos es una pelea a nivel mundial y vemos con preocupación cómo afecta al mar y al mundo entero. Es uno de los grandes proyectos, educar, ayudar a reciclar y hacer limpieza de playas en todo Chile.

¿Cuál es tu visión de Chile en cuanto a sus índices de contaminación marítima?

Somos mar de Arica a Punta Arenas y no lo estamos respetando. El norte, está siendo contaminado por las mineras. De la cuarta a la quinta región, son los puertos y las refinerías. O’Higgins, es una de las más limpias de la zona centro sur del país. De la séptima a la novena hay mucha contaminación. Y de la décima hasta abajo, está tapado de salmones. Ese mar que tranquilo te baña, lo tenemos contaminado entero.

En tu opinión, ¿qué acciones debiésemos adoptar para preservar el mar?

El mar es el único recurso inagotable que tenemos como país. El cobre se va a acabar, los peces también con la ley de pesca actual. ¿Qué queda? El turismo, economía limpia que da muchos puestos de trabajo y te alimenta el alma. Es el gran cambio de mentalidad que falta, por eso la importancia de la educación en los niños, ellos harán los cambios, son los futuros alcaldes y quienes tomarán las decisiones del país.

¿Qué nos falta como país para hacer cambios tan importantes como los que planteas?

Creo que falta un mayor respeto hacia el mar y la naturaleza. Hay que mirar el entorno con más respeto, no ensuciar las playas. Hoy el modelo debe avanzar desde lo netamente monetario hacia el cuidado del medioambiente, ya que es la mejor herencia que le podemos dejar a nuestros hijos.

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