El chileno Eduardo Pincheira y el italiano Massimo Giudici, tienen un perfil similar: ambos visten camisas escocesas y portan tijeras de poda. Todo es parte de su uniforme e indumentaria, y de algo más grande. Pertenecen a una selecta cuadrilla de artesanos podadores, instruidos y liderados por Marco Simonit y Pierpaolo Sirch, quienes corte tras corte, corrigen y extienden la vida de los viñedos más reconocidos de Francia, Italia, y del nuevo mundo. Colchagua, es el nuevo centro de operaciones de estos verdaderos rockstars de la poda a nivel mundial.
POR ALVARO TELLO | FOTOGRAFÍA PATRICIO CHANDÍA M.
Todo comienza en Friuli, al noroeste de Italia, donde una variedad de Sauvignon Blanc se caracterizaba por su predisposición a contraer enfermedades de la madera. Marco Simonit y Paolo Sirch, pensaron cómo reestablecer y mejorar la condición de las plantas. Observaron una gran cantidad de viñedos viejos repartidos por Europa, preguntándose por qué sobrevivían por décadas.
Descubrieron que las vides de mayor edad, estaban en manos de antiguos podadores, que se preocupaban de conservar una estructura sana y firme. Esto se contradecía con el manejo de viñedos industriales, los cuales al cabo de dos décadas, disminuían poco a poco su producción, lo que inevitablemente conducía a su arranque. “La respuesta estaba en la poda, y en cómo a través cortes y conducción planificada, podía proyectarse el crecimiento y producción de la planta, sin provocarle mayores daños, evitando la desecación, facilitando la correcta circulación de la savia y minimizando el ataque de hongos”, señala Eduardo Pincheira.
Simonit y Sirch terminan desarrollando un sistema de poda relacionado estrechamente con los métodos de conducción, incrementando la longevidad de las parras. El impacto fue tal, que se convirtieron en verdaderas estrellas del rubro, logrando entregar sus servicios – junto a una veintena de técnicos- a los viñedos franceses de mayor renombre, como Château Latour, Château d’Yquem, Château Lagrange, Domaine Leroy, Pontet-Canet, además de Moët Chandon y Louis Roederer, en Champagne; por nombrar sólo un puñado de joyas. Parte de la asistencia global se extiende a países productores como Alemania, Argentina, España, Estados Unidos (California), Portugal, Sudáfrica, Suiza, y por supuesto Italia, donde atienden a más de 70 bodegas a través de la península.
Y como era de esperar, aterrizan en Chile, asesorando a Garcés Silva, en el Valle de Leyda; Almaviva, el joint venture de Concha y Toro con Baron Phillipe de Rothschild, y a viñedos Emiliana, en el Valle de Colchagua.
En compañía de los artesanos, nos dirigimos a uno de los cuarteles que se encuentra bajo su cuidado, en Viña Emiliana, Fundo Los Robles. Todo cambia en cuanto ponen los pies sobre la tierra. Movilizados por una extraordinaria energía, comienzan de inmediato a trabajar. Motosierra en mano, realizan un corte vertical a una de las parras, en la cual nos muestran el resultado de años de poda ‘intuitiva’, observando que efectivamente, existe un alto grado de desecación y ataque de hongos al interior de éstas.
“(…) a través de cortes y conducción planificada, podía proyectarse el crecimiento y producción de la planta, sin provocarle mayores daños, evitando la desecación, facilitando la correcta circulación de la savia y minimizando el ataque de hongos”, señala Eduardo Pincheira.
Massimo explica el por qué de esta situación, señalando: “La poda aplicada antes de nuestra llegada, mutilaba la planta y producía madera seca, generando lo que llamamos ‘conos de desecación’, que se extienden hacia el interior de la planta, y que no se ven a simple vista”. Y no solo la sequedad es la principal afección, pues la poda irregular, permitió el ingreso de la ‘yesca’, un hongo que va creando porosidades su interior, dificultando el flujo de la savia.
En otro cuartel, observamos un viñedo atacado por la yesca, pero que los artesanos preparan para una segunda oportunidad. “Esta es una fase de cirugía, de corrección. Primero, hacemos un corte, luego eliminamos la porosidad que deja el hongo; es como sacar una caries. Aprovechamos el sistema radicular (raíces) que ya está armado, y esperamos el primer brote. Con el método Simonit podemos dar una nueva vida al primer año de tratamiento. ¡Esto es una nueva vida, aquí hay vida!”, señala Giudici, sin ocultar su entusiasmo. “Luego, establecemos la conducción y podamos para obtener homogeneidad, que es lo que buscamos”, agrega Eduardo.
Se suma un tercer cuartel a la muestra. Esta vez, nos enseñan el trabajo realizado en dos años. Massimo realiza un corte preciso de un brazo cargador de uvas, preparando una nueva guía para la próxima vendimia. En un cuartel aledaño, utilizado para comparar, se aprecia la diferencia sin el método: carga reducida y conducción irregular.
Eduardo destaca que la intervención se aplica a distintas variedades de uvas, y a los requerimientos de la viña, puesto que “los tipos de conducción pueden variar o construirse de cero, y la poda influye en cómo ves tu viñedo en el futuro. Es contradictorio que busques alta producción, si cada año la mala poda dificulta que obtengas el rendimiento necesario y hace que lleves la planta al arranque, cuando podrías asegurar su longevidad”.
Para estos artesanos podadores, su principal objetivo es la construcción del viñedo. Para ello, capacitan a la bodega, conformando equipos y enseñándoles que la poda es un oficio que conlleva un saber, que se recupera, y que finaliza cuando se crea el hábito de cortar pensando en dar vida.