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Vinos asoleados: El patrimonio que renace en el Valle de Loncomilla

La pasión por enaltecer las más puras tradiciones maulinas ha reunido a cuatro destacados pequeños productores del Secano Interior, no sólo para asociarse y sentar un nuevo precedente histórico en el quehacer vitivinícola nacional, sino también para mostrar una inédita puesta en valor entorno a este producto excepcional, plena de territorialidad y cooperativismo campesino.

POR CRISTINA ÁLVAREZ G. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.

“Ninguno de los más selectos manjares dejó de tener representantes sobre aquel opíparo retablo, al cual servían de acompañamiento pavo con cabezas doradas y banderas en sus picos, cochinillos rellenos con guapas naranjas en el hocico y su colita coquetonamente ensortijada, jamones de Chiloé, almendrados de las Monjas, coronillas, manjar blanco, huevos chimbos, amén de muchas golosinas y cuñitas de queso de Chanco, aceitunas sajadas con ají, cabeza de cebolla en escabeche, y combustibles cuyo incendio debería apagarse a fuerza de Chacolí de Santiago y de Asoleado (…)”.

Así narra Vicente Pérez Rosales, en Recuerdos del Pasado 1814 -1860, parte de sus memorias y apuntes de viajes a inicios de la Independencia de Chile; registro relevante de la literatura nacional que pone de manifiesto usanzas de la época. Un repertorio tan oportuno como valioso, con el que hoy se identifican en gran parte cuatro productores de vinos Asoleados del Secano Interior del Maule, motivados por revivir este tradicional elixir de la era esplendorosa de la viticultura chilena: Erasmo Caliboro, Cancha Alegre, González Bastías y Cooperativa Loncomilla.

El Maule Profundo es tan mágico como sorprendente, lugar al que se vuelcan miradas para admirar sus centenarias tradiciones campesinas entono a la producción vitivinícola, esas por las que actualmente diferentes actores se afanan en mantener vivas. Una tierra de privilegio que detenta esta importante herencia de la historia del vino de Chile -por muchos olvidada o completamente desconocida- por años mantenida casi en silencio, pero que hoy gracias a pequeños viñateros, cobra nueva vida al alero de esta bebida ancestral.

Para hablar del origen del Asoleado es menester referirse a dos vertientes. Una obedece a registros del connotado historiador argentino Pablo Lacoste, quien asevera en Asoleado de Cauquenes y Concepción: apogeo y decadencia de un vino chileno con Denominación de Origen, publicado en Scielo en 2016, que el producto nace por una necesidad del campesino chileno buscando encontrar en este vino dulce un sustento económico, “que les permitiera, sobre todo, facilidad de traslado para comercializarlo porque en ese tiempo sólo había carretas y bueyes. Tenía alto costo de producción y, por ende, un alto precio de venta al ser un vino de pequeñas producciones”, afirma Mario Astudillo, sommelier profesional de la ASCL y director ejecutivo de la Corporación Cultural Vinocular, quien desde 2017 ha desarrollado una inédita investigación acerca del producto y que le ha permitido descubrir nuevos hitos, hasta ahora desconocidos.

La otra vertiente surge del relato de los propios hacedores, basada en que el Asoleado nace como algo especial y en paralelo a la elaboración del Pipeño. “Este último lo bebía el pueblo, en tanto el Asoleado por ser más caro, sólo estaba reservado para las élites de la época en Chile, incluso como un néctar exclusivo destinado a deleitar los paladares del Rey de España y del Virrey del Perú”, asevera Astudillo.

 

ÚNICO Y TÍPICO 

El Asoleado es la primera Denominación de Origen (DO) de Chile otorgada en 1953 para un vino, junto al Pajarete, según plantea Pablo Lacoste en el mencionado artículo, estableciendo su apogeo en la segunda mitad del s. XIX, donde se habría convertido en el mejor vino del país, muy preciado y con mayor venta. “Los productores lograban un precio tan bueno que veían mejor hacer 10 litros de Asoleado que 100 de vino País. Era parecido al de misa elaborado por los sacerdotes para sus ceremonias. La forma de vinificación se traspasó al pueblo durante la Conquista de Chile a través de las misiones”, indica la enóloga Carolina Bustamante, jefe de producción de Cooperativa Loncomilla, sociedad que agrupa a más de 200 pequeños productores del Secano Costero en el Maule Profundo.

Con la Guerra del Pacífico (1879 – 1883) viene su decadencia, un declive absoluto de las tradiciones y la consecuente pérdida de identidad, donde se cambia la tendencia española por la francesa. “Ahí las celebraciones ya no eran con productos nacionales, sino con importados como el Champagne y Whisky Escocés. Igualmente, con la apertura a nuevos mercados se debilita el local, agregándose además impuestos a los vinos. Con ello, al Asoleado se le relegó a permanecer en el campo, asociado a pequeños viñateros, como un vino de casa. Incluso en la literatura actual es retratado casi como un producto clandestino, sin vigencia alguna para los mercados.”, añade Sergio Amigo, propietario de viña Cancha Alegre ubicada en Cauquenes.

Durante su investigación, Astudillo rescata material de prensa y otros documentos que confirman que el año de otorgamiento de la DO para el Asoleado sería 20 años antes de la fecha aludida por Lacoste. “Descubrimos que se condice con la del Pisco chileno establecida en 1931, se dan casi en el mismo período. Era imposible que pasara tanto tiempo entre una y otra. Con los nuevos antecedentes más la actualización de la ley en 1979, podemos decir que el Asoleado es un vino generoso, típico y patrimonial, reconocido como la primera DO para un vino en Chile en 1937, producido fundamentalmente de cepas País, Torontel, Moscatel y Blanca Ovoide; cosechadas a mano y parcialmente deshidratadas. Su elaboración se registra en el Secano Interior entre el Río Mataquito por el Norte y el Río Bío Bío por el Sur”, sentencia el sommelier.

El Maule Profundo detenta esta importante herencia de la historia del vino de Chile, por años mantenida casi en silencio, pero que hoy gracias a pequeños viñateros, cobra nueva vida al alero de esta bebida ancestral.

 

PRESERVAR LA TRADICIÓN

Su singular presencia aromática evoca a fruta deshidratada: duraznos, ciruelas y frutillas, dependiendo de la variedad presente en el vino. Para disfrutar en boca su atrapante dulzor es indispensable servir entre los 8° y 10°. Ideal para armonizar con queso azul o chocolate amargo, incluso con algunas variedades de habano. Pero un maridaje territorial se valoraría aún mejor: sugerimos un corte de arrollado tibio en salsa de Asoleado.

Esto, y por sobre todo, su alto significado histórico es lo que precisamente los viñateros de Erasmo Caliboro, Cancha Alegre, González Bastías y de Cooperativa Loncomilla, han querido poner en valor mediante la asociatividad y su característica pasión maulina. Hace dos años ninguno de ellos sabía que existía una legislación y documentación relacionada, mientras que en paralelo desarrollaban sus primeras producciones de Asoleado.

Según la investigación de Mario Astudillo, habría cerca de 12 viñateros, distribuidos en San Javier de Loncomilla, Caliboro, Nirivilo, Codillima, Coronel de Maule y Cauquenes. Entre todos elaboran 13 vinos, la mayoría de cepa País plantada en cabeza, y blancos de Moscatel de Alejandría cultivada en parronales antiguos. De éstos, los cuatro antes mencionados poseían un mayor desarrollo enológico, motivo por el que la Corporación Cultural Vinocular decidió acompañarlos, impulsándolos a unirse y crear la primera Asociación de Productores de Vinos Asoleados de Chile.

En Viña Erasmo Caliboro estaban más avanzados, comenzando en 2006 con su primera producción y utilizando la técnica de colgar la uva en los corredores de la casa patrimonial de la viña, previamente deshidratada lo más posible al sol. “Esto nace como una protección de las plantas antiguas y también de toda nuestra gente; de difundir la historia y cómo logramos mantenerla. Nosotros podemos ser la cara visible, pero detrás nuestro hay muchos productores que llevan años y tienen un gran valor histórico. No es una aventura, es la convicción de volver al pasado y traer al presente esos sabores que eran muy especiales”, asegura su gerente general, César Opazo.

En tanto, Carolina Bustamante indica que “el nuestro lo hace don Satulio Méndez, agricultor del sector de Caliboro, a quien ayudamos a dirigir la fermentación y a mejorar sus procesos aportando tecnología, pero siempre manteniendo la tradición de éstos. La Cooperativa se conforma por pequeños viñateros que tienen en promedio 2,5 hectáreas. Se juntan en esta asociación para permanecer en el tiempo. Ninguno tiene el afán de hacerse millonario, sólo mantener una forma de vivir”.

Si bien el Asoleado podría posicionarse igual que el Pisco -al tener su propia DO-, todavía se le relaciona con productos tradicionales como el Pipeño, la Chicha, el Chacolí y otros vinos que quedaron en el olvido. “Con esta puesta en valor revivimos la importancia que tiene. Nadie los mostraba, por eso nos unimos para hacerlo, para atesorar nuestra identidad maulina, en especial las del Secano Interior. Ojalá otros productores se incorporen y se suban al carro de esta asociación, que seamos muchos y no perdamos esto que es nuestro producto estrella”, concluye Sergio Amigo.

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