En un Chile marcado por la crisis migratoria, la desigualdad social y los debates éticos que desafían a la sociedad, el recientemente nombrado Cardenal analiza el papel de la Iglesia Católica. Desde los escándalos que han golpeado a la institución hasta su postura frente a temas como bioética y justicia social, aborda los desafíos y oportunidades para construir un país más humano y solidario.
POR PATRICIO MORALES L. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.
Actual Arzobispo Metropolitano de Santiago, es una de las figuras más influyentes de la Iglesia Católica chilena. Ingeniero civil de formación, dio un giro radical a su carrera al ingresar al Pontificio Seminario Mayor de Santiago para estudiar teología y filosofía, siendo ordenado sacerdote en 1991. Su interés por los dilemas éticos lo llevó a especializarse en bioética y teología moral en Roma, donde obtuvo un doctorado en la Pontificia Universidad Gregoriana y una maestría en el Pontificio Instituto Juan Pablo II. Como académico, ha sido profesor de ética y teología moral en la Pontificia Universidad Católica de Chile y un referente en la reflexión sobre los desafíos sociales contemporáneos, consolidando su influencia tanto en el ámbito eclesiástico como en el intelectual.
Como país, enfrentamos desafíos cruciales que atraviesan distintos ámbitos: una crisis migratoria que impacta la cohesión social, tensiones por el desempleo y la desigualdad, y debates éticos sobre la vida, la muerte y los avances científicos. La Iglesia Católica, en este contexto, intenta reconstruir su credibilidad tras los escándalos de abusos que han sacudido su imagen y confianza en las últimas décadas. A esto se suma la necesidad de mantener su relevancia en una sociedad que se ha vuelto más crítica hacia las instituciones tradicionales. A través de su liderazgo, el Cardenal Chomali trabaja por construir una Iglesia más cercana a las personas, capaz de responder con transparencia y empatía a los desafíos actuales, y comprometida con la promoción de una sociedad más justa. En esta entrevista, el Cardenal Chomali aporta una visión reflexiva sobre estos grandes dilemas con una perspectiva que busca unir y reconciliar.
¿Monseñor, cómo percibe usted el papel actual de la Iglesia Católica en una sociedad chilena que parece cada vez más secularizada?
El papel de la Iglesia Católica es fundamental porque el ser humano es por naturaleza una persona que busca la trascendencia, y nosotros tenemos una respuesta que es Jesucristo. Y es fundamental, también, porque hay millones de católicos que van a los santuarios, que van a misa todos los domingos, que quieren vivir en comunidad y que buscan a Jesús.
De igual forma, es relevante la misión de la Iglesia Católica en el plano educativo, a través de los miles de colegios donde estudian muchos alumnos que tienen esperanza de una formación intelectual, valórica y ética. Asimismo, es importante la Iglesia Católica por las infinitas obras sociales que realiza en los más amplios sectores de la sociedad, con enfermos, con discapacitados, con gente en situación de calle. Por lo tanto, la Iglesia sigue vigente.
Tal vez debemos repensar la metodología para llegar con el mensaje evangélico. Creo que los cambios que se han producido en la cultura no han ido de la mano con la reflexión pedagógica de cómo comunicar el Evangelio. Pero la Iglesia sigue vigente y, de hecho, los sacerdotes, los diáconos, los obispos tienen un gran trabajo porque son muchas las personas que quieren conocer a Jesucristo y escuchar su palabra.
MIGRACIÓN
¿Cuál es la postura de la Iglesia ante la crisis migratoria que estamos viviendo, el creciente número de migrantes en condiciones de vulnerabilidad y, otro, parte de los índices del crimen organizado?
La inmensa mayoría de los migrantes están haciendo un aporte en Chile extraordinario, prestando servicio en todas las áreas de la sociedad y a esas personas las tenemos que cuidar, las tenemos que valorar y también les tenemos que agradecer el trabajo que hacen.
Ahora, aquellas personas que delinquen, sean chilenos, sean extranjeros, tienen que ser perseguidos y castigados según el estado de derecho que nos rige. Pero me parece que es una injusticia muy grande pensar que hay un vínculo directo entre la delincuencia y los migrantes, porque eso no es así y porque enloda a aquellos que prestan un servicio extraordinario en la sociedad chilena. Creo que sería muy importante que se comience un proceso de regularización ordenado y también que se presente un proyecto serio de ingreso, para evitar que estas personas que por estado de necesidad o por otras muchas razones, tienen que abandonar su país.
¿Qué acciones concretas está tomando la Iglesia para apoyar a las comunidades migrantes en situación de precariedad?
La Iglesia tiene una pastoral migrante bien importante que está articulada bajo una estructura que se llama Clamor. Este trabajo ha tenido una gran acogida en las parroquias, una gran acogida en las comunidades, una gran acogida también en los servicios de ayuda, es decir, toda la actividad social de la Iglesia también va en beneficio de las personas migrantes.
Recuerdo que, en Concepción, durante la pandemia, una iglesia la convertimos en una residencia para mujeres solas con hijos, esta iniciativa fue muy bien acogida. También, comentarte que en todos los comedores que tuvimos durante la pandemia había muchos migrantes que estaban sin trabajo y que tenían un plato de comida caliente todos los días. Y hay muchas más obras que se articulan desde un trabajo seria y con mucho respeto por el prójimo que son muy reales.
ABUSOS
Respecto a los escándalos de abusos por parte de sacerdotes, ¿qué lecciones ha aprendido la Iglesia tras estos escándalos ocurridos en el pasado y cuáles son las medidas implementadas para prevenir nuevos casos?
En primer lugar, la Iglesia Católica tiene en todas las diócesis oficinas para hacer denuncias sobre estos casos. En segundo lugar, toda denuncia se investiga según los cánones eclesiásticos, todas las denuncias van a la Fiscalía porque los delitos tienen que investigarse en el país. Y, en tercer lugar, ponemos una especial atención a los candidatos al sacerdocio para que nunca más se repitan los abusos.
Nosotros hemos avanzado mucho en esa materia. Hay muchos sacerdotes que han sido expulsados del ministerio sacerdotal y creo que estamos en un muy buen pie para que esto jamás vuelva a ocurrir ni en Chile ni en el mundo.
¿Qué mensaje les daría, usted Cardenal, a las víctimas que aún sienten que no se ha hecho justicia?
Que estamos trabajando incansablemente en esta materia. Creo que se está escuchando más, se está poniendo mayor alerta, se está entregando apoyo psicológico a quienes lamentablemente han sufrido mucho, pero sin lugar a duda que se ha avanzado bastante respecto de diez o quince años atrás donde no había nada organizado como ahora a nivel de Conferencia Episcopal, a nivel de Arquidiócesis. Tenemos estudios muy serios que hemos hecho en la Universidad Católica de Chile donde abordamos estos temas y para tener más juicios de cómo evitarlos y cómo hacer justicia y reparación.
BIOÉTICA
En temas como la eutanasia, el aborto o la fertilización asistida, que generan intensos debates en la sociedad chilena, ¿cuál es la postura de la Iglesia y cómo busca influir en el diálogo público? ¿Cómo responde la Iglesia a quienes la consideran desconectada de las necesidades y realidades actuales?
Nosotros somos unos convencidos que el ser humano tiene una dignidad que debe respetarse siempre bajo todas las condiciones, desde el momento de la fecundación hasta la muerte natural. La Iglesia está convencida que el embrión es un ser humano y no puede ser tratado como una cosa o como simple material biológico, por lo tanto, nosotros apelamos a que todo ser humano tenga derecho a que se respete su vida.
El aborto y la eutanasia son actos de violencia muy grandes que surgen, muchas veces, por la desesperación de situaciones humanas muy complejas que entendemos, pero esos actos de violencia que significan eliminar a un ser humano, ya sea al inicio de su vida o al final de su vida, no los compartimos bajo ningún punto de vista, pues creemos que son un fracaso de la sociedad frente al desvalido.
En un mundo donde los avances científicos desafían constantemente los límites éticos, ¿qué rol juega la Iglesia para equilibrar estos avances con principios morales y espirituales?
Para abordar estas materias, tan controversiales sin duda, tenemos academias pontificias, además contamos con universidades católicas que tienen importantes departamentos de bioética, importantes reflexiones éticas, de tal manera que la ciencia vaya de la mano de la ética. No nos olvidemos que la racionalidad es científica y ética a la vez, por lo tanto, no basta con saber cómo funcionan las cosas, sino que también hay que darle un contenido y ese contenido es justamente la pregunta sobre cómo actuar. Nosotros creemos que, a la luz de la razón y a la luz de la fe, podemos actuar según el bien que siempre va a cuidar la vida especialmente del indefenso.
DEMOCRACIA Y JUVENTUD
En un vertiginoso contexto de cambios sociales y desafíos globales, ¿qué valores fundamentales considera que Chile debe preservar o recuperar?
Lo primero que tenemos que cuidar es la democracia. La democracia es un valor porque implica la igualdad fundamental ante la ley e implica libertades fundamentales como lo son la libertad religiosa, la libertad para educar a los padres, la libertad para los emprendedores. Creo que todo lo que se haga para cuidar la democracia es un buen punto de partida para superar la pobreza, para superar todos los signos de corrupción que hemos visto y que nos han hecho tanto daño.
La iglesia no tiene soluciones técnicas respecto de los problemas puntuales que aquejan a la sociedad, pero sí sabemos que en la medida que haya mayor educación, mayor justicia, que haya un entorno familiar favorable, las sociedades tienden a ser mucho más justas y más humanas. Asimismo, nosotros apelamos a que las diferencias sociales y económicas, que son a veces tan abismantes, se vayan estrechando porque eso es signo de sociedades sanas. Una sociedad que muestra tantas diferencias evidencia un síntoma de que algo no está bien en ella. Nosotros apelamos a los principios de bien común y de solidaridad para que todas las personas tengan una vida digna.
¿Qué mensaje entregaría a los jóvenes chilenos, creyentes y no creyentes, respecto al futuro del país y su rol en éste?
Lo primero que les diría es que se tomen la vida muy en serio y que descubran los carismas, los dones, las habilidades, las destrezas, la inteligencia que cada uno tiene para entregar lo mejor de sí a la sociedad. Una sociedad se construye con el aporte de cada persona y cada uno puede hacer un aporte.
También les diría que estudien, que se tomen muy en serio los estudios, porque los estudios son fuentes de libertad, que les permite elegir y también vivir según cómo piensan, de lo contrario terminarán pensando según cómo viven y esa es la ruina de la sociedad.
De igual manera decirles que los seres humanos, para ser felices, necesitamos amar y ser amados, necesitamos tener relaciones humanas con las personas. Muchas veces nos hacen creer que con las cosas materiales seremos felices. Las cosas son bienes instrumentales, son útiles para bienes superiores, que es la felicidad plena del ser humano que se encuentra sirviendo a los demás.