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Titulares Un vino con

Johannes Kaiser: “Yo no quiero generar igualdad, quiero generar riqueza”

 

Posturas innegociables, controversias y promesas de transformación profunda, integran su discurso provocador.

Incomodando y dividiendo opiniones, su voz agita el statu quo de la derecha, colocándolo segundo en encuestas presidenciales. “Antes me trataban de fascista por decir que el que no aporta, se deporta de Chile. Ahora todos cantan esa misma canción”, afirma el diputado que emerge como carta para una eventual candidatura a La Moneda, liderando el naciente Partido Nacional Libertario.

ENTREVISTA PATRICIO MORALES L. | REDACCIÓN PAULO ARAYA V. | FOTOGRAFÍA PATTRICIO MORALES L.

 

Sentencias como que “la familia conformada por un hombre, una mujer e hijos, es el núcleo funda­mental y el corazón de nuestra sociedad” y que el Estado “debe ser limitado en su poder y tamaño”, conforman parte de la Declaración de Principios del Partido Nacional Libertario, que a sus 49 años, impulsa Johannes Kaiser Barents-Von Hohenhagen, en un viaje político propio, que pone al diputado como segundo en preferencia presidencial es­pontánea, tras Evelyn Matthei, con un 10%, según la encuesta Cadem de enero.

Otrora militante del Partido Republicano, en la última elec­ción parlamentaria, Kaiser ob­tuvo el 5,8 % de los votos (26.709 sufragios), en su distrito inte­grado por Ñuñoa, Providencia, Santiago, La Granja, Macul y San Joaquín, comunas que suman 1.328.436 habitantes. Con él con­versamos un vino en su visita a la Región de O’Higgins, y en una distendida mesa nos manifestó su visión de un Chile que, a ratos, pareciera estar en una olla de presión.

Johannes, ¿está en campaña presidencial?

No estoy en campaña pre­sidencial… por el momento. Estamos súper concentrados en consolidar las bases de nuestro nuevo partido, constituido re­cientemente ante el Servicio Electoral ¿Vamos a tener pri­maria o no?, ¿vamos a tener su­ficientes firmas para ir directo a primera vuelta o no? Si no hay respaldo popular, ir a primera vuelta directamente, es un sa­ludo a la bandera. Antes hay que hacer una serie de cálculos polí­ticos. También, debe ser una de­cisión colegiada del partido. Pero sí, estoy trabajando para ver si en algún momento, eso que llaman derecha, está dispuesta a hacer las cosas bien y a tiempo.

¿Qué lo inspira a tomar la de­cisión de formar un nuevo par­tido político?

El segundo proceso consti­tucional. Me separo del Partido Republicano, porque consideré que se habían cedido cosas que no debían cederse, entendiendo que gran parte de nuestra mili­tancia estaba en la misma posi­ción y hubo un momento muy feo en la interna. Los seguidores del Partido Republicano que­daron sin representación y no existió autocrítica al interior del partido. Se hacía poco viable per­manecer y fue necesario crear una nueva formación política, el Partido Nacional Libertario.

Si llegara a La Moneda, se enfren­taría a una doble oposición, la derecha tradicional y la izquierda, ¿cómo enfrentaría ese escenario?

Si se llega a la presidencia, se tiene más del 50% de los votos. Significa que la mayoría estaría respaldando mi presidencia, en una primera etapa. Soy mucho más optimista de lo que la gente cree. En muchos sectores, hay gente que entiende la necesidad de reformar los sistemas laboral, tributario, aduanero, control de fronteras, etc. Como Presidente de la República, se pueden es­tablecer prioridades y ser muy transparente en cómo tomamos medidas para recuperar el país. Espero disposición para trabajar juntos, para recomponer las bases institucionales de Chile.

 

 

MENOS ESTADO Y MÁS ECONOMÍA

¿Cuál es su evaluación sobre el estado del arte de la agricul­tura, la minería y la pesca en la Región de O’Higgins?

Hay que preocuparnos de la permisología. Casi todas las actividades económicas están sufriendo. Hay mala gestión en Codelco en este momento, no a nivel de trabajadores, en ge­rencia. Estoy pensando incluso en una posible privatización parcial de Codelco, para reducir la deuda que estamos garanti­zando, son US$ 17 millones. Meter la lógica de mercado en las mi­neras, para que los chilenos real­mente ganemos.

Como país hemos hecho un flaquísimo favor a la agricul­tura. Con el altísimo precio de los combustibles, es muy difícil competir. Hemos creado un mer­cado laboral agrícola, altamente deficitario. Todas las temporadas traemos gente del extranjero para trabajar en los campos, pero esa gente en la siguiente temporada, ya no quiere trabajar en el campo y pasan a engrosar la gente que recibe bonos del Estado. Hay que invertir en ca­pital humano y tecnología.

A nivel nacional, tenemos una industria pesquera que está trabajando bajo sus capacidades y permitimos que se metan pesqueros extranjeros. Hay que proteger nuestra soberanía eco­nómica, con una Armada con mayor capacidad de fiscalización.

¿Por qué quiere reducir el ta­maño del Estado, existiendo tantas demandas sociales?

¡Tenemos que reducir el ta­maño del Estado! Los últimos años se contrataron 100 mil funcionarios públicos nuevos. Podríamos utilizar esos recursos en contar con más carabineros, por ejemplo. El chancho está pésimamente mal pelado. El Estado podría funcionar bien con la mitad de los funcionarios que tenemos ahora. A más recursos, podemos reducir impuestos a las empresas, a las personas y a los combustibles. Podemos trabajar en generar un círculo virtuoso económico y duplicar la plata para Gendarmería, cárceles, Carabineros y más personal en las Fuerzas Armadas. La gente clama por más seguridad. Hay que mejorar la gestión.

Hablando de gestión, ¿cuál es su evaluación de la labor del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio?

El ministerio de Cultura es el más inútil de Chile. Debería lla­marse el ministerio de la moda y la propaganda política. La cultura no es solamente ópera, es una forma de ver el mundo. No tenemos un ministerio que potencie lo bello, lo bueno. Se financian proyectos por cercanía política, no por la calidad de la obra.

No tenemos un ministerio que se dedique a potenciar lo bello, lo bueno, lo verdadero. Recuerdo la penosa situación que vivió el Bafona hace un tiempo atrás, que ensayaba en un sucucho que fue cerrado por sanidad. ¡El Bafona, por Dios!.

Yo creo que como ministerio no le da. Creo que se malgasta la plata y se necesita otra aproxima­ción. Por ejemplo, ¿Cuál es la meta del ministerio? ¿Qué es lo que queremos alcanzar? ¿Qué por­centaje de la población debería conocer, por ejemplo, a un poeta como Huidobro, etc.? ¿Qué por­centaje de la población debería haber visto una obra clásica de teatro? Esas deberían ser metas. No hay una política clara, lo que existe es ridículamente malo.

Si recordamos el fracaso de la Bienal de Venecia o de la Feria de Frankfurt, la verdad es que dan ganas de cerrarlo. Es decir, que se vayan todos para la casa, prefiero mil veces con esos recursos que tiene el Ministerio de Cultura fi­nanciar grandes teatros en cada capital regional, conciertos en las plazas, etc. La gente demanda be­lleza en este país, demanda algo que le dé sentido de trascendencia, no esta basura que se financia.

Volviendo a la economía, entiendo que usted propone bajar el Iva.

El Iva es el impuesto más re­gresivo que existe. Propongo bajar transitoriamente ese impuesto. Deberíamos tener una tasa plana impositiva de un 15%. Si tienes más inversión y mayor actividad eco­nómica, se recauda más. Me van a decir, bueno, ¿cómo quiere ge­nerar igualdad, si aplica el mismo impuesto al rico y al pobre? Yo no quiero generar igualdad, yo quiero generar riqueza.

 

 

 

CIERRA EL GRIFO

¿Considera que ha sido un buen parlamentario?, ¿cuáles han sido sus mayores contribuciones en la Cámara de Diputados?

Sería injusto medirme a mí mismo. Diría que he sido un parlamentario trabajador. Si tu­viera que resumir, he aportado en el tema de las reglas de uso de la fuerza, que yo terminé im­poniendo en la Cámara. Otro aporte ha sido el proyecto de ley que faculta al Servicio Médico Legal a identificar de oficio a los Detenidos Desaparecidos, que se encuentran desde hace más de 20 años en ese servicio.

La fiscalización fue un gran éxito. Impulsé la acusación cons­titucional contra Giorgio Jackson, que se cayó por poco, también haber echado abajo el financia­miento para terapias hormonales a menores de edad. He tramitado la ley de probidad municipal, metimos una indicación mía, para que los controles dejen de depender del alcalde y pasen a Contraloría. Estoy tramitando las leyes Inteligencia Artificial y de Inteligencia en Defensa. También, he trabajado en proyectos para endurecer la ley migratoria, donde metí varias indicaciones.

¿Cómo enfrentaría el creciente fe­nómeno de la migración irregular?

No ha existido voluntad política para proteger nuestra frontera. Si usted toma dema­siado de algo, se va a enfermar. Antes me trataban de fascista por decir que el que no aporta, se deporta de Chile. Ahora todos cantan esa misma canción. En tres años, han entrado casi 200 mil personas a Chile.

¿Cómo voy a solucionar esto si no cierro el grifo? Tengo que cerrar la frontera, ¿porque me caen mal los venezolanos? No, no me caen mal los venezolanos, no me caen mal los colombianos, no me cae mal nadie. Como go­bierno, tengo una obligación con el ciudadano chileno. La vocera de Piñera dijo que Chile recibiría inmigración hasta que lo aguan­tara, ¡qué desprecio por Chile! Nuestro país ha cumplido con creces sus obligaciones humani­tarias. Chile ha recibido en siete u ocho años, casi un 10% de su po­blación en inmigrantes y eso ge­nera presión sobre los mercados inmobiliario y laboral.

También tenemos el pro­blema de los delincuentes que, escondidos entre gente per­fectamente normal, ingresan al país, ¡hay miedo, mucho miedo! Imagínese, al principio este gobierno decía que el Tren de Aragua no estaba en Chile. La primera prioridad es recu­perar la seguridad. En el sur de Santiago, tengo 27 homicidios por cada 100 mil habitantes. Ninguna política económica, social, cultural o en salud, puede fructificar sin seguridad, si per­demos el control territorial del país. Si no somos capaces de parar eso, el costo en vidas, li­bertad y desarrollo económico, será incalculable.

¿Siente que con su actuar polí­tico y sus declaraciones provoca rechazo en ciertos sectores?

Trato de ser honesto en lo que hago. He pagado un alto costo personal por mi hones­tidad. Cuando uno es medio deslenguado o dice realmente lo que piensa, siempre terminas pagando. Chile se ha convertido en una sociedad muy delicada de cutis, en cuanto a lo política­mente correcto. No vivo de lo que me imponen otros.

EL VINO: NI MUY MUY, NI TAN TAN.

En el Valle de Colchagua vi­vimos en una cultura vitiviní­cola, ¿cuánto le gusta el vino?

Mire, en honor a la verdad, tomo vino, pero poco. Para una co­mida de repente. Normalmente mi señora es quien compra el vino, o hace un regalo, o lo trae un invitado. Pero este Gran Chamán está exquisito.

¿Alguna cepa en especial que sea de su preferencia?

Eso va a depender de la oca­sión y del plato que acompañe el vino. Pero le reitero, no soy un gran bebedor de vino. De hecho, tam­poco de cerveza. De nada, en este momento. Hace mucho tiempo ya que no bebo, me aburrí, tengo 49 años y usted comprenderá que el cuerpo ya no acompaña.

¿Con qué parlamentario compar­tiría un vino?

Me imagino tomándome una copita con diversos par­lamentarios, por ejemplo, con Héctor Ulloa o con Francisco Undurraga, con el que nos pe­leamos todo el rato. También con el diputado Eric Aedo de la DC, entre otros. Espero no ofender a nadie por no haberlo nombrado.

Usted también proviene de una familia viñatera.

Así es, mi familia fue viñatera durante un tiempo. Entre 1940 y 1970, mi bisabuelo compró en su momento Viña San Pedro y fue mi abuelo quien puso los nom­bres Gato Negro y Gato Blanco.

Y bueno, después falleció mi bisabuelo, que era el hombre que tenía la mano por los negocios, y se fue perdiendo la fortuna hasta que no quedó nada. Claro. Porque eso de que uno nace rico y se muere rico, tampoco están así. Las fami­lias cuando se enfrentan a crisis políticas, como la que se generó en Chile, a partir de los años 60’ y 70’ en adelante, sufren un im­pacto también en lo económico. En la medida en que uno con­serva capital cultural para recons­truir, pueden levantarse, es el caso de países como Alemania y Japón, los que después de la Segunda Guerra Mundial eran material­mente mucho más pobres que Chile, y en cinco años u ocho años, eran dos superpotencias econó­micas de nuevo. Mientras nosotros seguíamos en el Tercer Mundo, ellos que habían sido Cuarto Mundo, derrotados por la guerra, se habían recuperado.

Qué quiero decir con lo an­terior, que no es un problema de plata, es un problema de cabeza. Ese es el capital cultural que te­nemos que meter en Chile, pues beneficia a todos, esa es verdadera riqueza. Es una riqueza que nadie te puede quitar, una riqueza que no te pueden bombardear. Es una riqueza que no te pueden quitar en la calle cuando te asaltan. Esa es la riqueza que yo quiero ver no en los bolsillos, sino en la cabeza de los chi­lenos. Esa sería el mayor aporte que yo podría hacer a mi patria.

 

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