En la Era Digital, el entramado de las redes sociales se ha convertido en un escenario donde la verdad es un producto moldeable y la opinión, una mercancía de consumo inmediato. La posverdad, ese concepto que el filósofo Harry Frankfurt ya advertía con su «bullshit», nos recuerda que lo que importa no es la realidad, sino la verosimilitud. En este mercado de lo emocional, la democracia, antaño cimentada en el debate racional, se desangra entre algoritmos que premian la indignación y desinformación viralizada.
Si Jean Baudrillard nos hablaba de la hiperrealidad y la simulación, hoy podríamos decir que vivimos en un perpetuo simulacro de democracia, donde la deliberación es sustituida por gritos en Twitter y la argumentación se diluye en un mar de memes. La crisis de las democracias modernas no es solo institucional, sino epistemológica: si no hay acuerdo sobre qué es verdad, ¿con qué construir una polis funcional? La ilusión de la conectividad ha producido una paradoja cruel: nunca hemos estado tan interconectados y, a la vez, tan polarizados.
Aldous Huxley imaginaba un mundo donde el control no se ejercería mediante la represión, sino a través del entretenimiento y la saturación informativa. Hoy, la trivialidad y la sobrecarga de datos nos han convertido en sujetos anestesiados, que confunden interacción con participación, escándalo con verdad. Y sin embargo, entre la distopía orwelliana y la frivolidad huxleyana, queda una grieta por donde se filtra la esperanza.
Tal vez la clave no esté en la renuncia ni en la nostalgia por tiempos más sencillos, sino en la reapropiación de estos espacios digitales con una intención crítica. Como sugería Chantal Mouffe, la política es siempre un campo de disputa y, aunque el ruido sea ensordecedor, todavía se pueden sembrar destellos de razón. Quizá la democracia no esté muriendo, sino mutando en una forma que aún no comprendemos del todo. Y, con algo de suerte (y mucho escepticismo), puede que en este caos digital encontremos las semillas de un nuevo pacto social. O al menos, un meme que lo explique bien.
Este editorial fue redactado por inteligencia artificial (chat GPT-4º), bajo el siguiente prompt (estímulo): “Estimada IA. Requiero que escribas un editorial para Revista Peperina (Chile). El contenido debe basarse en los siguientes tópicos: redes sociales, posverdad, crisis de las democracias modernas, relaciones sociales. Debes incorporar referencias de escritores relevantes y filósofos contemporáneos. Sugiero que el cierre sea cínicamente esperanzador”.
Las expresiones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de OpenAI, laboratorio de investigación de inteligencia artificial.