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Sociedad Titulares

Cardenal Fernando Chomalí: “Tenemos que cuidar la democracia”

 

En un Chile marcado por la crisis migratoria, la desigualdad social y los debates éticos que desafían a la sociedad, el recientemente nombrado Cardenal analiza el papel de la Iglesia Católica. Desde los escándalos que han golpeado a la institución hasta su postura frente a temas como bioética y justicia social, aborda los desafíos y oportunidades para construir un país más humano y solidario.

POR PATRICIO MORALES L. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.

 

Actual Arzobispo Metropo­litano de Santiago, es una de las figuras más influ­yentes de la Iglesia Cató­lica chilena. Ingeniero civil de formación, dio un giro radical a su carrera al ingresar al Pontifi­cio Seminario Mayor de Santiago para estudiar teología y filosofía, siendo ordenado sacerdote en 1991. Su interés por los dilemas éticos lo llevó a especializarse en bioética y teología moral en Roma, donde obtuvo un doctorado en la Pontificia Universidad Gregoria­na y una maestría en el Pontificio Instituto Juan Pablo II. Como aca­démico, ha sido profesor de ética y teología moral en la Pontificia Universidad Católica de Chile y un referente en la reflexión sobre los desafíos sociales contemporá­neos, consolidando su influencia tanto en el ámbito eclesiástico como en el intelectual.

Como país, enfrentamos desafíos cruciales que atraviesan distintos ámbitos: una crisis migratoria que impacta la cohesión social, ten­siones por el desempleo y la des­igualdad, y debates éticos sobre la vida, la muerte y los avances científicos. La Iglesia Católica, en este contexto, intenta reconstruir su credibilidad tras los escándalos de abusos que han sacudido su imagen y confianza en las últimas décadas. A esto se suma la nece­sidad de mantener su relevancia en una sociedad que se ha vuelto más crítica hacia las instituciones tradicionales. A través de su lide­razgo, el Cardenal Chomali tra­baja por construir una Iglesia más cercana a las personas, capaz de responder con transparencia y empatía a los desafíos actuales, y comprometida con la promo­ción de una sociedad más justa. En esta entrevista, el Cardenal Chomali aporta una visión re­flexiva sobre estos grandes di­lemas con una perspectiva que busca unir y reconciliar.

 

¿Monseñor, cómo percibe usted el papel actual de la Iglesia Católica en una sociedad chilena que pa­rece cada vez más secularizada?

El papel de la Iglesia Católica es fundamental porque el ser humano es por naturaleza una persona que busca la trascen­dencia, y nosotros tenemos una respuesta que es Jesucristo. Y es fundamental, también, porque hay millones de católicos que van a los santuarios, que van a misa todos los domingos, que quieren vivir en comunidad y que buscan a Jesús.

De igual forma, es relevante la misión de la Iglesia Católica en el plano educativo, a través de los miles de colegios donde estudian muchos alumnos que tienen esperanza de una for­mación intelectual, valórica y ética. Asimismo, es importante la Iglesia Católica por las infi­nitas obras sociales que realiza en los más amplios sectores de la sociedad, con enfermos, con discapacitados, con gente en si­tuación de calle. Por lo tanto, la Iglesia sigue vigente.

Tal vez debemos repensar la metodología para llegar con el mensaje evangélico. Creo que los cambios que se han produ­cido en la cultura no han ido de la mano con la reflexión peda­gógica de cómo comunicar el Evangelio. Pero la Iglesia sigue vigente y, de hecho, los sacer­dotes, los diáconos, los obispos tienen un gran trabajo porque son muchas las personas que quieren conocer a Jesucristo y escuchar su palabra.

MIGRACIÓN

¿Cuál es la postura de la Iglesia ante la crisis migratoria que es­tamos viviendo, el creciente nú­mero de migrantes en condiciones de vulnerabilidad y, otro, parte de los índices del crimen organizado?

La inmensa mayoría de los migrantes están haciendo un aporte en Chile extraordinario, prestando servicio en todas las áreas de la sociedad y a esas per­sonas las tenemos que cuidar, las tenemos que valorar y tam­bién les tenemos que agradecer el trabajo que hacen.

Ahora, aquellas personas que delinquen, sean chilenos, sean extranjeros, tienen que ser per­seguidos y castigados según el estado de derecho que nos rige. Pero me parece que es una injus­ticia muy grande pensar que hay un vínculo directo entre la delin­cuencia y los migrantes, porque eso no es así y porque enloda a aquellos que prestan un servicio extraordinario en la sociedad chilena. Creo que sería muy im­portante que se comience un proceso de regularización orde­nado y también que se presente un proyecto serio de ingreso, para evitar que estas personas que por estado de necesidad o por otras muchas razones, tienen que abandonar su país.

¿Qué acciones concretas está tomando la Iglesia para apoyar a las comunidades migrantes en situación de precariedad?

La Iglesia tiene una pastoral migrante bien importante que está articulada bajo una estruc­tura que se llama Clamor. Este trabajo ha tenido una gran aco­gida en las parroquias, una gran acogida en las comunidades, una gran acogida también en los servicios de ayuda, es decir, toda la actividad social de la Iglesia también va en beneficio de las personas migrantes.

Recuerdo que, en Concepción, durante la pandemia, una iglesia la convertimos en una residencia para mujeres solas con hijos, esta iniciativa fue muy bien aco­gida. También, comentarte que en todos los comedores que tuvimos durante la pandemia había muchos migrantes que es­taban sin trabajo y que tenían un plato de comida caliente todos los días. Y hay muchas más obras que se articulan desde un trabajo seria y con mucho respeto por el prójimo que son muy reales.

 

 

 

ABUSOS

Respecto a los escándalos de abusos por parte de sacerdotes, ¿qué lecciones ha aprendido la Iglesia tras estos escándalos ocurridos en el pasado y cuáles son las medidas implementadas para prevenir nuevos casos?

En primer lugar, la Iglesia Católica tiene en todas las dió­cesis oficinas para hacer de­nuncias sobre estos casos. En segundo lugar, toda denuncia se investiga según los cánones eclesiásticos, todas las denuncias van a la Fiscalía porque los de­litos tienen que investigarse en el país. Y, en tercer lugar, ponemos una especial atención a los can­didatos al sacerdocio para que nunca más se repitan los abusos.

Nosotros hemos avanzado mucho en esa materia. Hay muchos sacerdotes que han sido expulsados del ministerio sacerdotal y creo que estamos en un muy buen pie para que esto jamás vuelva a ocurrir ni en Chile ni en el mundo.

¿Qué mensaje les daría, usted Cardenal, a las víctimas que aún sienten que no se ha hecho justicia?

Que estamos trabajando in­cansablemente en esta materia. Creo que se está escuchando más, se está poniendo mayor alerta, se está entregando apoyo psicoló­gico a quienes lamentablemente han sufrido mucho, pero sin lugar a duda que se ha avanzado bas­tante respecto de diez o quince años atrás donde no había nada organizado como ahora a nivel de Conferencia Episcopal, a nivel de Arquidiócesis. Tenemos es­tudios muy serios que hemos hecho en la Universidad Católica de Chile donde abordamos estos temas y para tener más juicios de cómo evitarlos y cómo hacer jus­ticia y reparación.

BIOÉTICA

En temas como la eutanasia, el aborto o la fertilización asistida, que generan intensos debates en la sociedad chilena, ¿cuál es la pos­tura de la Iglesia y cómo busca in­fluir en el diálogo público? ¿Cómo responde la Iglesia a quienes la consideran desconectada de las necesidades y realidades actuales?

Nosotros somos unos con­vencidos que el ser humano tiene una dignidad que debe respetarse siempre bajo todas las condiciones, desde el mo­mento de la fecundación hasta la muerte natural. La Iglesia está convencida que el embrión es un ser humano y no puede ser tratado como una cosa o como simple material biológico, por lo tanto, nosotros apelamos a que todo ser humano tenga derecho a que se respete su vida.

El aborto y la eutanasia son actos de violencia muy grandes que surgen, muchas veces, por la desesperación de situaciones humanas muy complejas que entendemos, pero esos actos de violencia que significan eliminar a un ser humano, ya sea al inicio de su vida o al final de su vida, no los compartimos bajo ningún punto de vista, pues creemos que son un fracaso de la so­ciedad frente al desvalido.

En un mundo donde los avances científicos desafían constante­mente los límites éticos, ¿qué rol juega la Iglesia para equilibrar estos avances con principios morales y espirituales?

Para abordar estas materias, tan controversiales sin duda, tenemos academias pontificias, además contamos con univer­sidades católicas que tienen importantes departamentos de bioética, importantes re­flexiones éticas, de tal manera que la ciencia vaya de la mano de la ética. No nos olvidemos que la racionalidad es cientí­fica y ética a la vez, por lo tanto, no basta con saber cómo fun­cionan las cosas, sino que tam­bién hay que darle un contenido y ese contenido es justamente la pregunta sobre cómo actuar. Nosotros creemos que, a la luz de la razón y a la luz de la fe, podemos actuar según el bien que siempre va a cuidar la vida especialmente del indefenso.

 

 

DEMOCRACIA Y JUVENTUD

En un vertiginoso contexto de cambios sociales y desafíos glo­bales, ¿qué valores fundamen­tales considera que Chile debe preservar o recuperar?

Lo primero que tenemos que cuidar es la democracia. La democracia es un valor porque implica la igualdad funda­mental ante la ley e implica libertades fundamentales como lo son la libertad reli­giosa, la libertad para educar a los padres, la libertad para los emprendedores. Creo que todo lo que se haga para cuidar la democracia es un buen punto de partida para superar la pobreza, para superar todos los signos de corrupción que hemos visto y que nos han hecho tanto daño.

La iglesia no tiene solu­ciones técnicas respecto de los problemas puntuales que aquejan a la sociedad, pero sí sabemos que en la medida que haya mayor educación, mayor justicia, que haya un entorno fa­miliar favorable, las sociedades tienden a ser mucho más justas y más humanas. Asimismo, nosotros apelamos a que las diferencias sociales y econó­micas, que son a veces tan abis­mantes, se vayan estrechando porque eso es signo de socie­dades sanas. Una sociedad que muestra tantas diferencias evi­dencia un síntoma de que algo no está bien en ella. Nosotros apelamos a los principios de bien común y de solidaridad para que todas las personas tengan una vida digna.

¿Qué mensaje entregaría a los jó­venes chilenos, creyentes y no cre­yentes, respecto al futuro del país y su rol en éste?

Lo primero que les diría es que se tomen la vida muy en serio y que descubran los carismas, los dones, las habi­lidades, las destrezas, la inte­ligencia que cada uno tiene para entregar lo mejor de sí a la sociedad. Una sociedad se construye con el aporte de cada persona y cada uno puede hacer un aporte.

También les diría que es­tudien, que se tomen muy en serio los estudios, porque los es­tudios son fuentes de libertad, que les permite elegir y tam­bién vivir según cómo piensan, de lo contrario terminarán pen­sando según cómo viven y esa es la ruina de la sociedad.

De igual manera decirles que los seres humanos, para ser felices, necesitamos amar y ser amados, necesitamos tener re­laciones humanas con las per­sonas. Muchas veces nos hacen creer que con las cosas mate­riales seremos felices. Las cosas son bienes instrumentales, son útiles para bienes superiores, que es la felicidad plena del ser humano que se encuentra sir­viendo a los demás.

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