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Otto Dörr: «La Inteligencia Artificial nos podría destruir la vida»

El prestigiado psiquiatra chileno y Premio Nacional de Medicina reflexiona sobre las dinámicas sociales del Chile actual y su profunda crisis manifestada, incluso, en un aumento de los trastornos de la alimentación. Asimismo, explica por qué la pérdida del respeto por el otro, como un igual, pavimenta el camino a la delincuencia.

Por Patricio Morales L. | Fotografía Claudia Maturana N.

El reconocido intelectual, maestro de la psiquiatría chilena, amante de la poesía y autor de influyentes investigaciones científicas sobre salud mental, Otto Dörr Zegers, tiene un currículum tan prolífico, que se lo
damos a conocer en un apretado resumen, para darle más espacio a las reflexiones que nos entrega en esta entrevista. Es médico cirujano y psiquiatra por la Universidad de Chile. Además, es doctor en Medicina por la Universidad de Heidelberg, casa de estudios superiores alemana, donde también se especializó en psiquiatría, neurología y psicoterapia. En París, Leipzig, Berna, Madrid, Barcelona, Heidelberg y Sao Paulo, ha sido un destacado docente universitario, labor en la que también se ha distinguido en diversas casas de estudios superiores de Chile.

Doctor, se le considera padre de la investigación sobre la bulimia nerviosa, ¿cómo se acercó a ese ámbito de la salud mental?

Esa enfermedad fue descrita por primera vez en 1888 y comunicada por la Sociedad Médica Inglesa. Con los años, se descubrió un cuadro muy parecido, por el nivel de adelgazamiento, pero era producido por una trombosis en el lóbulo anterior de la hipófisis. Se entendía que era caquexia. Durante años el tema quedó relegado, pero en 1960, se realizó un congreso sobre la materia en Alemania y cayó en mis manos un documento sobre el encuentro y me interesé en el tema. Fue una especie de casualidad, porque en Alemania, también me tocó ver un par de pacientes con esa problemática.

Volví a Chile, sabiendo algo de la enfermedad. En 1970, me llega un caso a la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile y se corrió la voz que yo era experto en la materia. La verdad, solo tenía más conocimientos que otras personas en ese ámbito. Los endocrinólogos empezaron a derivarme casos y comenzamos a indagar en ese mundo. Llegamos a atender 35 casos y con mi equipo íbamos a las casas de los pacientes y observábamos su interacción familiar. Comencé a estudiar casos a fondo, de mujeres que tenían obsesión por adelgazar, hacían dieta exagerada y en ocasiones, caían en atracones y vomitaban.

En ese tiempo, era editor de la Revista Chilena de Neuropsiquiatría, por lo que tuve la opción de publicar mi estudio, sobre lo que se entiende como bulimia nervosa. Se tituló: “Síndrome de Hiperfagia y Vómito Secundario; sobre una forma particular de perversión oral en la mujer”. Se publicó en 1972 y tenía 40 páginas de extensión. Ahí describí que estábamos ante algo nuevo, que hasta entonces se entendía como una forma especial de anorexia. Esto es totalmente distinto, tiene otras leyes. En 1994, la revista
“International Journal of Eating Disorders”, publicó una introducción histórica sobre la materia, donde se me reconoce como la primera persona que describió esa enfermedad.

Ya que la Inteligencia Artificial está en el debate público, ¿qué opina sobre el desarrollo que ha alcanzado?

La Inteligencia Artificial es peligrosa. El teléfono, por ejemplo, es una maravilla, pero la técnica debe estar al servicio de las personas y no al revés. Podríamos usar bien la Inteligencia Artificial, pero con unos controles brutales, de lo contrario, nos podría destruir la vida. Quizá la poesía pueda hablar mejor sobre esto. Pienso en lo que advirtió Rainer Maria Rilke, en el Soneto N.º XVIII, de la primera parte de los Sonetos a Orfeo, escrito en 1922, donde denuncia el poder y el carácter enajenante de la técnica. En este señala:

“¿Escuchas, Señor, a lo nuevo resonar y temblar?
A ensalzarlo vienen los heraldos.

Verdad es que ningún oído
está del estrépito a salvo,
pero el mundo de la máquina
quiere ser alabado ahora.

Mira, la máquina:
cómo se revuelca y se venga,
cómo nos deforma y agobia.
Pero aunque tenga de nosotros la
fuerza,
que ella, sin pasión,
sirva y funcione”.

En otro poema, Rilke escribe:

“La máquina amenaza todo lo adquirido, si es que osa
instalarse en el espíritu en lugar de
hacerlo en la obediencia.

Para que no se luzca el vacilar, más
bello, de la espléndida mano,
corta ella firme la piedra para la
construcción más resuelta.

En ninguna parte se rezaga, para
que no escapemos de ella una vez
y así se pertenece a sí misma, lubricando, en la fábrica tranquila.
Ella es la vida y cree saberlo mejor,
ella, la que con la misma decisión
crea, ordena y destruye”.

Para reflexionar profundamente, ¿no cree usted? Otro tema que se ha tomado el
debate es la delincuencia, ¿qué se pierde, cuando gana esta última?

Se pierde mucho, pero si pudiera hablar de solo de una pérdida, sería el respeto. La delincuencia es mucho más que el robo mismo o un portonazo, porque significa el quiebre de las reglas básicas de convivencia y
la pérdida del respeto por el otro. La etimología de las palabras, puede darnos más luz. La palabra respeto, viene del latín y se relaciona a “specere”, que implica “mirar” y un sinónimo de respetar, es considerar. En
latín, considerar se compone de dos elementos, “con”, que significa “junto a” y “sidera”, que es el plural de “estrella”. Es decir, con el respeto, podemos mirar juntos las estrellas.

Es tremendo cuando se pierde el respecto por el otro. Piense que en una de las épocas donde esto ocurrió, se produjo la esclavitud. En otro momento donde se perdió el respeto, los nazis mataron a personas, por considerarlas de una raza inferior.
Es decir, no miraban al otro a la misma altura. Siempre está presente el riesgo de quitarle al otro
su condición de ser un igual, idea que antes del cristianismo no estaba desarrollada. Lo peligroso de
la situación que estamos viviendo, entre otros factores, se relaciona a cuestionar la autoridad, a toda forma de jerarquía.

 

“LO QUE CREO, ES QUE EXISTE UNA GRAN DEMANDA
POR ATENCIÓN EN SALUD MENTAL EN CHILE. TAMBIÉN
EXISTE DEMANDA, PORQUE SE HA MEDICALIZADO A LA
POBLACIÓN; PORQUE YA NO SE ACEPTA EL DOLOR, NO
SE ACEPTA EL SUFRIMIENTO”.

¿Concuerda con que Chile tiene una de las más altas tasas de enfermedades mentales?

En primer lugar, yo mitigaría esas cifras, porque los diagnósticos psiquiátricos no tienen fundamento orgánico. Yo no puedo mostrar si una persona tiene una enfermedad bipolar, una esquizofrenia o una paranoia. Las enfermedades mentales, se asocian a constructos desarrollados por la medicina, para denominar ciertas formas de vivenciar y conducirse.

Hay estudios de campo realizados en Chile, que hablan de depresiones. Alguno de ellos, dice que las depresiones graves, afectarían a un 18% de la población, las medianas, al 30% y las depresiones leves, al 50% de la población, lo que es totalmente imbécil, porque es confundir enfermedad depresiva, con sufrimiento. La presencia de esa enfermedad, no es un duelo, ni una pérdida, ni una frustración. Yo creo que esas cifras son exageradas.

Lo que creo, es que existe una gran demanda por atención en salud mental en Chile. Un colega me señaló que hay psiquiatras que tienen sus agendas tan copadas, que dan hora para tres meses más. También existe demanda, porque se ha medicalizado a la población; porque ya no se acepta el dolor, no se acepta el sufrimiento. Se dan psicofármacos de una forma brutal. Lo que yo hago en mi consulta, en más de la mitad de los casos, es deshacer entuertos y sacar los medicamentos a quien no los necesita. Lo que hago, es oír lo qué les pasa a mis pacientes.

La sociedad está en una crisis profunda, que se manifiesta, por ejemplo, en un aumento del número de niñitas que se autolesionan. Esto tiene una frecuencia espantosa. La relación es increíble, porque por cada 20 niñitas que se cortan, hay un hombre.

A su juicio, ¿qué develó el estallido social?

Nunca en mi vida imaginé que podía ocurrir algo como eso. Lo único que no es cierto, es lo que
decían que era cierto…. que Chile es injusto, eso es una tontera.

Los niveles de desigualdad han ido disminuyendo lentamente. Todo depende de los niveles de ingreso Per Cápita. Ese discurso antidessarrollo que se escuchó, es una imbecilidad, aunque entiendo que el desarrollo debe ser sustentable. El discurso de la escisión, es tremendamente destructivo y es contrario a la solidaridad.

¿Qué recuerdos tiene de su renuncia, en 1976, a la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile?

El gobierno militar intervino con fuerza en la universidad, en 1976. Cambiaron los decanos y estos cambiaron a los directores de departamento. Pusieron al doctor Roa como director, con quien yo había tenido desacuerdos. En esas circunstancias, un grupo de docentes hablamos con el decano, para manifestarle nuestro desacuerdo con ese nombramiento.

El decano nos escuchó y en abril de ese año, el doctor Roa, informado de la oposición total a su llegada, tomó medidas bien drásticas, suspendiendo a diversos decanos. En mi caso, me echó, sin echarme, al destituirme de todos mis cargos. Me dio media hora para retirarme de mi oficina. Por estas razones, renuncié.

¿Qué significó para usted obtener el merecido Premio Nacional de Medicina por sus indiscutidos aportes a esta disciplina?

Fue realmente enternecedor ver que mis colegas me postularan. Fue un honor. Me habían postulado seis veces; más de las que Allende se presentó como candidato a la presidencia.

 

“MI PECADO FUE ENVIAR CARTAS A EL MERCURIO, EN 1996 Y 1997, CONSIDERANDO QUE CIERTOS ALLANAMIENTOS HABÍAN SIDO MUY DUROS EN COLONIA DIGNIDAD, RESPECTO DE LOS COLONOS Y EN SU HOSPITAL”.

 

Hubo gran polémica con su nombramiento: una “canallada” como lo han sostenido muchos.

Así fue. Posterior a mi nombramiento, se armó un escándalo. Experimenté odio y calumnias en carne propia. Mi pecado fue enviar cartas a El Mercurio, en 1996 y 1997, considerando que ciertos allanamientos habían sido muy duros en Colonia Dignidad, respecto de los colonos y en su hospital. Las cartas no fueron
para defender a los bandidos o al pedófilo de Paul Schäfer, fueron para defender al resto de la gente, que también fueron víctimas de Schäfer, en esa secta fanática. El otro pecado fue haber firmado, entre muchas personas, una iniciativa de Hernán Larraín, que buscada una fórmula para que el hospital de la colonia no cerrara.

También fui cuestionado por haber visto a un paciente que era colono. Lo atendí en mi consulta. Quizá mi error fue no insistir en tratarlo yo en Santiago, pero el doctor Hartmut Hopp me lo negó. Él me señaló que en su hospital, podían hacer el mismo tratamiento que yo proponía. Al mes, me trajeron a ese paciente a mi consulta, para control y estaba un poquitito mejor. No estoy seguro que le hicieran bien el tratamiento, porque éste mejora hasta los casos más complejos. Tengo la ficha médica, ahí está el medicamento que le receté y que fue distinto al que se le encontró siete años después de que yo lo atendiera. Al final y en resumidas palabras, se me abrió un juicio ético, por el Tribunal de Ética del Colegio de Médico. Se resolvió amonestarme por dos faltas, pero ninguna relacionada con atropellos a los Derechos Humanos. Finalmente, recibí el Premio Nacional de Medicina.

 

 

 

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