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La familia Galarce de Paredones: Un viñedo y una bodega históricamente excepcionales

 

Hace unos 14 años que Paredones comenzó a circular en la prensa como la nueva frontera costa del valle de Colchagua. Muchos llegaron y dijeron ser pioneros, hablando del potencial, de vinos costeros y cuyo frescor ofrecería competencia a otros valles. Sin embargo, de a poco se han ido conociendo a los verdaderos precursores, familias que conservaron variedades criollas y europeas plantadas bajo un curioso y desconocido patrón. Tal es el caso de la familia Galarce, que es punta de lanza para retroceder por la desconocida viticultura histórica de este sector.

POR ÁLVARO TELLO | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.

 

De Santiago a Paredones calculé unas seis horas. Mis referencias eran las siguientes: habría sido mencionada por 2013 (año en que viajé por primera vez a la zona) como la comuna con los sueldos más bajos de Chile. Y la segunda y nueva ca­racterización, giraba en torno a que algunas viñas colchagüinas habrían conquistado su propia costa. Asunto no menor, ya que eran tiempos en que la cercanía al mar significaba potencial y deslumbramiento: si Limarí tenía a Fray Jorge y en el centro se encontraba Leyda y Casablanca, el Valle de Colchagua tenía a Paredones. Eso le concedía una nueva autoridad para hablar de brisas costeras, salinidad y acidez, asuntos que, por aquel entonces, parecían postergados para el valle.

Lo que auguraba una crónica de la situación, terminó más bien en un cruce de autoridades, pues todos en aquel eufórico mo­mento dijeron ser pioneros, que es lo mismo decir que habrían llegado unos antes que otros. Cinco años después, el enólogo José Ignacio Maturana invierte la relación, al descubrir viejos viñedos de semillón, riesling, y otras variedades blancas que asomaban como desconocidas. Descubrimos un patrón que se repetía en la zona: se plantaba, en su mayoría, las mismas varie­dades blancas europeas y criollas, y éstas tenían un origen bien de­finido en la historia de Paredones. Conclusión final, es que nadie podría considerarse pionero si ya existían variedades y viticultura resistiendo por más de cien años en la zona. Todos eran, más bien, continuadores de una tradición.

EL HISTÓRICO VINO DE PAREDONES

Si de remontarnos en la historia se trata, hay hechos sobresa­lientes. El 28 octubre 1763, es bau­tizado en la iglesia de Paredones Juan Bautista Montero, quien heredó 600 cuadras con lo edi­ficado y plantado, entre ello, tres mil plantas de viña y un molino que se habría conservado hasta 1829. En aquel siglo, hablar de tres mil plantas se consideraba una gran extensión de viñedo, no siendo igual a las dimensiones que operan actualmente. Este de­talle, registrado en el libro Familias Fundadoras de Chile, nos abre a conocer algo más importante, que son los enclaves de viticultura histórica y uno de ellos, fue la ha­cienda Querelema de Paredones.

Fue Joseph Casas Cordero, ca­pitán de una de las Compañías de Milicias del Batallón de las Salinas, quien documenta el 6 de mayo de 1786, que ante la posibi­lidad de disputas y juicios sobre la extensión del fundo Querelema, se resuelve que su mitad com­prende dos mil cuadras de tie­rras, que podrían equivaler hoy a 3.145 hectáreas aproximada­mente. El enorme tamaño del fundo dio origen a varias suce­siones que, a su vez, se subdi­vidieron. Algunas de ellas con viñedos y trigo en producción.

No fue hasta 1924 que se llega a cuenta del resultado de la ac­tividad vitivinícola en el fundo Querelema. En la Guía Vinícola de 1924 (Imp. La Ilustración) se des­taca la Viña Querelema, por aquel entonces propiedad de Eduardo Moore Bravo de Neveda, nacido en Paredones, quien llegaría a ser mé­dico cirujano, botánico, senador y diputado por O’Higgins, y además, director del Museo de Historia Natural. Moore tuvo una viña con 65 hectáreas productivas, dotada de una bodega con maquinaria o tecnología poco usual para la zona costera, como una bomba, prensa y vendimiadora (despalilladora).

Las variedades que Eduardo Moore plantó, según la guía, eran riesling, semillón, chasselas, loca (blanca ovoide), cuyana, sauvignon y moscatel. El total de producción bordeaba las cuatro mil arrobas, tanto de vino como de chicha. En entrevista durante 2013, uno de los descen­dientes de cuarta generación de Eduardo Moore, el productor de uvas Max Rodríguez, señalaría las mismas variedades y que algunas de éstas, habrían sido importadas por su antecesor en sus misiones de estudio por Europa, y que en una subdivisión del fundo Querelema, pertene­ciente a don Darío Galarce, aún se conservarían algunas viejas parras del fundo. Y algo más.

 

 

FELIPE CANDIA Y LA FAMILIA GALARCE, UN AFORTUNADO CRUCE DE CAMINOS

El enólogo Felipe Candia, quien ha trabajado por décadas en desta­cadas viñas de Colchagua, y dedi­cado hoy a dar asesoría y soporte a pequeños y medianos productores del valle, nos invitó a Paredones, donde se encuentra colaborando en viticultura y vinificación con una familia que, según sus palabras, “era propietaria de un viejo viñedo con riesling y otras variedades blancas entremezcladas”. Para sor­presa, se trataba de los hijos de don Darío Galarce, expresado por Max Rodríguez. En efecto, el viñedo fue parte del fundo Querelema, con­teniendo hileras de riesling y un verdadero jardín de blancas. Pero eso no es todo, porque también cuenta con una bodega y antiguos artefactos para vinificar, como una bomba, prensa y despalilladora. Similar a lo indicado por la Guía Vinícola de 1924. Felipe Candia, manifiesta que, dada las ins­cripciones de fundición, podrían tratarse de herramientas de co­mienzos del siglo pasado.

Se observan, además, viejos toneles de raulí y roble que, en suma, con­ tendrían fácilmente unas cuatro mil arrobas (64 mil litros). Coincide con la capacidad productiva de la Viña Querelema, señalada por la guía de 1924. No es casualidad.

El viñedo y bodega se encuentra bajo resguardo de los 12 hijos del matrimonio entre don Darío Galarce y doña Rosa Marambio: Irma, Lila, Oti, Gustavo, Bidita, Darío, Angélica, Gladys, Graciela, Érika, Magaly y Norelli. En representación conversamos con dos hermanas, Lila e Irma Galarce; aunque todos nos reciben con la misma ansia y ganas de enseñarnos su historia, porque es una de aquellas familias que se van construyendo como una huella digital imborrable en lo profundo del territorio.

 

 

Lila Galarce recuerda a su madre, doña Rosa, y a su padre, don Darío. Nos relata que éste pro­venía del sector El Maqui, en Paredones, cercano al también sector conocido como La Viña. Llegó comprando el terreno a una hermana (en Querelema), y de inmediato puso pala y es­fuerzo en levantar un viñedo con variedades blancas y un poco de tintas de la zona, para hacer chicha cruda que se consumía en la temporada de trilla.

El vino tuvo relación en torno al trigo, ya que, afirma Irma, “la trilla duraban hasta tres días seguidos, y mi padre siempre tenía chicha dulce para la temporada”. Lila nos comenta que, a su padre, incluso, llegaban “a reservarle chicha antes de tenerla lista”, una seña inefable de que “era un hombre respetable, y muy conocido en Paredones. Recuerdo que llegaban de Cahuil, Pichilemu, Bucalemu, y hasta de La Ligua por su chicha”. Los aficionados al mosto dulce sa­bían que era el hombre clave.

Los hijos de don Darío y Rosa man­tienen un acuerdo entre las viejas parras: que la tradición no debe morir. Lila e Irma sienten que la viña es un recuerdo vivo, y que incluso “sin saber nada, tras la muerte de nuestro padre fuimos aprendiendo y conociendo su trabajo, porque ya estábamos encariñadas con lo que él hacía. Nos pusimos a zarandear en una oportunidad e hicimos vino, de forma artesanal. Esto, hasta que llegó Felipe Candia, que ya es como un hijo entre nosotros y él nos ayuda a hacer todo”.

Con el corazón expuesto, Lila nos indica que “esto no se puede perder, ni menos venderlo. Lo bueno es que los jóvenes de la fa­milia están decididos a continuar, y que todo persista. Mi padre es­taría feliz”, señala.

La familia Galarce y Felipe Candia ya cuentan con una partida en venta de Don Darío Riesling, un vino seco, para combinar con frutos del mar, y Rojo Rosa, una mezcla de cabernet sauvignon y país. Ambos vinos les han ser­vido para ver un resultado, con­cluir las posibilidades de la uva y su relación con las capacidades de la bodega y familia. Ahora se preparan para proyectar la variedad de Paredones, y en con­fesión, se está finalizado un es­pumante cien por cien riesling, con el cual no se busca un res­cate, sino ir acorde y a tono con los tiempos y preferencias.

Esto no es una contradicción, ya que las tradiciones pueden y tienen derecho a actualizarse, construir una nueva secuencia, lo que deja en evidencia que el pasado y la historia son caminos distintos. La historia es una lec­tura, un registro, y un asomo a los hechos. El pasado es tan sólo lo sucedido. Estas uvas y vinos, representan un tramo extenso de la historia vitivinícola de Paredones, pero la verdadera.

 

CONTACTO:

Ventas en Colchagua: Felipe Candia +569 4133 1609

Venta en Santiago: Norelli Galarce +569 9590 8018

Venta directa en la bodega de Paredones

Viña Santa Rosa del Maitén, sector Querelema, Paredones

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