Ubicadas en Santiago, Valparaíso e Isla Negra, las casas del poeta chileno Pablo Neruda, son uno de los atractivos turísticos y culturales más sorprendentes de Chile, y uno de los secretos mejores guardados de nuestro patrimonio nacional.
POR TAMYM MAULÉN | FOTOGRAFÍA FUNDACIÓN PABLO NERUDA
Pablo Neruda fue un gran poeta, pero también un gran arquitecto poético: él mismo ideó sus tres casas que ahora son parte de su legado cultural y material, las cuales, con la ayuda de sus amigos arquitectos y trabajadores, proyectan todo su espíritu creativo y forman parte de un circuito patrimonial imperdible de conocer. La Chascona, es su casa de Santiago; Isla Negra, su casa ubicada en el litoral central; y La Sebastiana, su casa en Valparaíso. Fundación Pablo Neruda es la protectora de este legado y extiende la invitación para todas y todos quienes quisieran conocer estos espacios únicos, llenos de historia y poesía. Ingresando a www.fundacionneruda.org puedes acceder a toda la información. Acá te contamos la historia de cada una de sus casas.
LA CHASCONA
En febrero de 1955 Pablo Neruda se separa de su esposa hasta en- tones, la artista Delia del Carril para iniciar una relación formal con Matilde Urrutia, con quien permanecerá hasta el día de su muerte en 1973.
Ya antes, en 1953, se comenzó la construcción de una casa ubicada en los faldeos del cerro San Cristóbal, en el barrio de Bellavista, en Santiago. Neruda le pide a su amigo, el arquitecto catalán Germán Rodríguez Arias que realice esta labor. Éste proyecta la vivienda orientada hacia el sol pero Neruda quería vista a la cordillera, así que dio vuelta el plano. Germán Rodríguez tuvo que reconocer que la casa terminó siendo creación más de Neruda que de él. Neruda bautiza la casa como La Chascona, palabra quechua que significa “despeinada”, en honor a Matilde.
Comienzan luego las ampliaciones y la compra de un terreno aledaño. Entonces, hacia 1958 la casa es tal cual como la conocemos ahora: tres grandes volúmenes sepa- rados, en pendiente, unidos en el espacio exterior por escaleras y terrazas, todo en formas irregulares, distintas alturas y materiales, actuando la vegetación como un elemento unificador.
Neruda modela sus espacios de forma absolutamente personal, ajeno al gusto señorial y burgués. Crea un ambiente íntimo, reflexivo, en oposición a los diseños expuestos que imponen los criterios de la publicidad y el prestigio.
El recorrido de esta particular casa se inicia por el bar continuo al comedor, donde comienzan a asomar las colecciones de pinturas y bodegones antiguos.
Además, algunos objetos que corresponden a artesanía típica chilena, especialmente figuras de greda de Quinchamalí, que por los tiempos en que Neruda las compró y atesoró, no eran en absoluto valoradas, e impensadas como objetos de decoración. Este aporte del poeta en cuanto al rescate de lo chileno, que está tan presente en su poesía, constituye parte importante de lo que la figura de Neruda ha devenido en el imaginario nacional, poniendo en valor aquello que correspondía a lo más popular y humilde.
LA SEBASTIANA
“Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo: ¿creen que podré encontrar una casa así en Valparaíso?”. Este fue el encargo que les hizo Pablo Neruda, en 1959, a sus amigas Sara Vial y Marie Martner.
Y las exigencias del poeta fueron cumplidas a cabalidad con una empinada construcción en el cerro Bellavista, a media terminar, heredada por la familia del español Sebastián Collado, su constructor, quien no alcanzó a habitarla: murió antes en 1949.
Desde entonces, la casa, que re- producía la condición disparatada de Valparaíso que tanto le gustaba a Neruda, permaneció deshabitada: tenía cuatro pisos y estaba llena de escaleras.
Aunque se enamoró de la casa, el poeta la encontró muy grande y convenció a un matrimonio amigo de que la compraran a medias. Ellos eran el doctor Francisco Velasco y Marie Martner, una original escultora que hizo la magnífica chimenea de piedras en la casa de Isla Negra. Neruda le encargó muchos trabajos para sus casas pues admiraba a esta artista de la piedra que realizó también el mural que se encuentra en la subida de la escalera del primer piso, basado en un mapa de la Patagonia.
Neruda bautizó esta vivienda como La Sebastiana, nombre de galeón español, dado en honor a su constructor: don Sebastián.
Tres años demoró el poeta en terminar la casa inconclusa y en alhajarla. La decoró con numerosas fotografías del antiguo Valparaíso y un gran retrato de Walt Witman. Un obrero que trabajaba allí le preguntó: “¿Es su padre?”, “Sí, en la poesía”, fue la respuesta de Pablo Neruda.
La casa se inauguró el 18 de septiembre de 1961 con una fiesta memorable. Neruda leyó para todos su poema “A la Sebastiana”, en el que cuenta cómo construyó la casa: “La hice primero de aire, luego subí en el aire la bandera y la dejé colgada del firmamento, de la estrella, de la claridad y de la oscuridad”.
NERUDA MODELA SUS ESPACIOS DE FORMA ABSOLUTAMENTE PERSONAL, AJENO AL GUSTO SEÑORIAL Y BURGUÉS. CREA UN AMBIENTE ÍNTIMO, REFLEXIVO, EN OPOSICIÓN A LOS DISEÑOS EXPUESTOS QUE IMPONEN LOS CRITERIOS DE LA PUBLICIDAD Y EL PRESTIGIO.
ISLA NEGRA
Al regresar de Europa a Chile, Neruda buscaba un lugar para dedicarse a escribir su Canto General. Entonces tenía un pro- yecto mucho más modesto de lo que este libro llegaría a ser diez años después: un gran canto sobre la historia, la naturaleza, la cultura y las luchas de los pue- blos americanos. “La costa salvaje de Isla Negra, con el tumultuoso movimiento oceánico, me per- mitía entregarme con pasión a la empresa de mi nuevo canto”, anotó el poeta en sus memorias.
En 1939, Neruda compró un sitio en ese querido mar cos- tero de litoral central de Chile, un sitio de poco menos de cinco mil metros cuadrados.
Su amigo, el arquitecto catalán Germán Rodríguez Arias hizo losplanosenelinviernode1943 y las obras terminaron hacia marzo de 1945. Construir la casa fue un gran esfuerzo: como no había puentes, se cruzaba el es- tero en carreta de bueyes y en toda la zona no había elementos ni tecnología adecuados.
Todo este proceso lo vivió junto a Delia del Carril, conocida por todos como “La hormiga” por su incansable y vivaz personalidad, quien acompañó siempre al poeta en sus viajes y proyectos, en sus giras por el norte de Chile cuando fue elegido Senador de la República en 1945, y en su posterior exilio y persecución, luego de ser desaforado en 1948 y permanecer fugitivo.
Este amor que dura 20 años, llegará a su fin en 1955, cuando Neruda se separe definitivamente de Delia para iniciar una relación con la chilena Matilde Urrutia.
En Isla Negra se proyectaron nuevas ampliaciones a partir de 1965: los arcos que unen los cuerpos de la casa, los recintos que albergan la sala del caballo y la Covacha: éste era un espacio muy querido donde el poeta se recluía a escribir. Toda la casa diseñada con el particular estilo y personalidad de Pablo Neruda.
Isla Negra no es isla, inicialmente se llamaba Las Gaviotas. Lo de “negra” podría deberse al color de sus roqueríos. Pero ¿de dónde sale “la isla”? Tal vez, en recuerdo de su estancia en Oriente, donde solía ver desde la arena, a lo lejos, la “Isla negra de Sumatra”.
Pablo Neruda escribió de Isla Negra: “El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso, lo dejaron frente a mi ventana”.
En la casa de Isla Negra Neruda escribió parte importante de su obra literaria, reunió allí la mayoría de sus libros y también ejerció la hospitalidad con importantes personalidades del mundo político y literario.
El poeta escribió a Matilde:
“Aunque esto no interesa a nadie, aquí somos felices. Dividimos nuestro tiempo común en largas permanencias en esta solitaria costa de Chile”.
Visita las Casas Museo de Pablo Neruda. Toda la información en: www.fundacionneruda.org