POR Maximiliano Ignacio Rubio, Abogado
Por años, se ha generalizado, cuestionando con un sinfín de adjetivos a la profesión de abogado. Pese a esos clásicos comentarios, existía un respeto por el jurisconsulto, y más aún, por Su Señoría, el juez que falla y decide.
El inciso 1° del Artículo 522 del Código Orgánico de Tribunales, establece que al momento de jurar ante la Excelentísima Corte Suprema, nos comprometemos a ejercer y desempeñar de forma leal y honradamente la profesión. El reciente escándalo del abogado Luis Hermosilla, ha sacudido a la sociedad chilena, mostrando que ciertas acciones, generan un debilitamiento de los valores morales, impactando incluso en la judicatura, con repercusiones en nuestra Excelentísima Corte Suprema, donde más de un ministro ha sido severamente sancionado. En estas circunstancias, participa el sistema de elección y la arista política.
De la desconfianza en el sistema judicial, puede surgir una pregunta: Si puede existir parcialidad en ciertas decisiones del máximo tribunal, ¿qué podría estar sucediendo en instancias inferiores, o en tribunales que están más allá del Poder Judicial?
La Justicia se representa en imagen, con una venda que tapa los ojos, que metafóricamente interpreta la equidad de quien juzga, sobre la base de razones objetivas. Ello se esfuma ante tamañas polémicas. La veracidad de las decisiones que deberían ser neutrales e imparciales, se ven opacadas por este tipo de acontecimientos y hacen temblar el sistema.
Verdad y justicia, no van de la mano con la desconfianza y la falta de probidad de quienes deciden y resuelven los conflictos contenciosos en nuestro país. La única forma de mejorar, rehabilitarnos y recuperar esa certeza dormida, es la denuncia y el freno a maneras de actuar, que pueden extenderse de forma peligrosa por todo nuestro sistema.
Es imprescindible una transformación y no tomarse a la ligera este tipo de situaciones, para avanzar hacia una justicia de confianza y total certeza frente a los conflictos, por un derecho para todos y todas.