“Son tiempos de Calígula, las masas incultas son manipuladas y sometidas por ofertas y compromisos imposibles de cumplir”.
A partir de esta concepción, nace con mayor fuerza el odio, la envidia, la violencia y naturalmente la valoración material por sobre las suaves brisas espirituales de valores ya cansados y noticias de abusos inmorales a menores en formación.
Cuando nuevamente nuestra sociedad vive momentos de una nueva Edad Media, no nos ha de extrañar que hoy existan más “analfabetos”, mayor miseria, más extremas diferencias sociales y más abandono, más mentiras y reyezuelos que dominan en sus sesgados reinos que sólo ofrecen mejoras, pero no tienen la condición de empujar a sus “súbditos” a una prosperidad moral y elevar sus cualidades de vida.
Es más simple el origen del problema en una clave social: “Si estoy enfermo, buscaré un médico que me sane; si nos aquejan problemas legales, buscaremos un erudito en leyes (abogado) que solucione esa madeja legal; si quiero saber de música o arte, buscaré a tal o cual profesor que pueda guiar mis pasos en esa disciplina. Pero, si busco a alguien que haga lo más importante para la sociedad, que es guiar a las personas en su evolución material y espiritual para construir una más honesta, equilibrada, libre y feliz, ¿a quién buscamos? La triste realidad nos muestra que las pseudo democracias obligan a los ciudadanos a escoger al que tiene mejor campaña (financiada por quién sabe), al que grita más fuerte o al que miente (a sabiendas) con promesas que seducen a los “adormecidos votantes”, esclavos de la maquinaria política. Tanto líderes como gobernados “juegan” con tan importante necesidad humana.
Si miramos en la historia, veremos distintas formas de gobierno, según la armonía de desarrollo de aquellos pueblos.
“Es obligación generar el cambio social impulsando valores o virtudes como algo intransable y como objetivo de toda actividad humana”.
Gobierno Calimático: Gobierna el más sabio del equipo, probado por sus virtudes y capacidades. Honor, respeto, admiración y actos consecuentes. Gobierno Oligarca: Gobierna el que sea por buscar y lograr el poder económico. Su motivación es materialista y no importa mucho a quién debo pisar para subir. El dinero es el objetivo y el estímulo. Gobierno Democrático tiránico: Son gobiernos con caras distintas, pero es el ciudadano común quien sufre de abusos, abandono y miedo, pues su gobernante somete por la fuerza o somete con promesas que no cumple, logrando el desprecio y el odio de sus gobernados. Su objetivo es el poder egoísta, sectario, materialista y ciego: vive para su secta, su sector o su grupo de “simpatizantes”. Se genera desorden y guerra civil.
Cada gobierno descrito obedece a un nivel conciencial y valórico de la sociedad. Se pueden suceder un sinnúmero de veces, hasta que la evolución humana exige el gobierno de un líder natural y preparado, que posea experiencia y sabiduría, que no busca enriquecerse con los “impuestos” del pueblo, que hará planificación y aplicación de normas preconcebidas para ir reordenando a la sociedad anárquica, decepcionada, pobre y triste.
Nuevamente, para lograr abandonar esta “Edad Oscura”, debemos hacer lo mismo que hicieron en Europa, en Oriente, en China, etc… para “cambiar el sistema”. Se debe volcar la educación a rescatar la cultura dormida con nuestros libros “heréticos”, donde los sabios transmiten de la vida, de la muerte, del espíritu, de la fe, del respeto, de los valores, de los actos heroicos, de la música que sublima al hombre y del arte que lo acerca al cielo.
Es un lento trabajo que urge acelerar; sus resultados serán paulatinos, pero es obligación generar el cambio social impulsando, de nuevo, valores o virtudes como algo intransable y como objetivo de toda actividad humana. Fortalecer el amor antes que el sexo, la amistad a toda prueba antes que la amistad de vagancia, el enseñar porque se “sabe” más, antes que el hacerlo por dinero u honores sociales y renombre.
Esta sociedad enferma -no sólo la chilenarequiere medicina de honestidad, rectitud, constancia, valor, respeto. Sino seremos, tristemente, espectadores de “títiriteros” que mueven a sus muñecos para entretener, mientras llenan sus extensos bolsillos con los sueños y esperanzas de la gente que prometieron ayudar y guiar. ¡No debemos permitir ese nuevo abuso!