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Juan Cameron: O el discurso de la ballena azul

Esta entrevista fue. Se hizo y se extravío entre archivos de audios, emails, descargas varias. Pero no es extraño, los angelitos de la poesía suelen ser traviesos cuando a ella se le invoca. Esta entrevista es una segunda entrevista, una nueva conversación con uno de los poetas contemporáneos más relevantes de Latinoamérica: una revancha -una segunda mano- para dialogar con un fervoroso y audaz trabajador del lenguaje, el verso y la ironía; que lleva sobre su lomo la historia de los últimos 50 años de la literatura chilena, cuya trayectoria lo instala como un nombre indiscutido al Premio Nacional de Literatura: «¡Si se lo gana Cameron, habrá justicia!», advierten desde diversos círculos literarios y culturales del país.

Por Paulo Morales L. | Fotografía Claudia Maturana N.

Con residencia conocida y registrada en Valparaíso, su ciudad natal, Juan Cameron (1947) es uno de los poetas fundamentales de Chile. Perteneciente a la prolífera Generación del 80’, comparte escena con destacados escritores, entre ellos, Juan Luis Martínez, Andrés Morales, Teresa Calderon, Sergio Badilla Castillo. Dentro de su extensa obra literaria destacan Perro de Circo (1979), Cámara Oscura (1985), Visión de los ciclistas y otros textos (1988), Ciudadano discontinuado (2013) y Poemas de autoayuda (2020); además de diversas antologías publicadas en América y Europa.

Ha participado en numerosos festivales, encuentros, ferias y congresos literarios a nivel nacional e internacional, y ha sido reconocido con decenas de premios, por solo mencionar algunos, el Premio Gabriela Mistral (1982), el Premio Carlos Pezoa Véliz (1984) , Premio del Semanario Liberación (1987, Suecia), Premio Revista del Libro (1996, El Mercurio ), Premio Villanueva de la Cañada (1997, España), Premio Jorge Teillier (1998), Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1999) , Premio Dolores Pincheira (2002), Premio Internacional Ciudad de Alajuela (2004, Costa Rica), Premio Altazor, categoría Memoria Ensayo y Escritos (2014), Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (2015, España), Premio Trayectoria en el Salón de Poesía La Chascona Festival (2017).

¿En qué está hoy Juan Cameron?

Como de costumbre armando y desarmando libros. Libros donde reúno cuadernillos que considero tienen un tema común y que hay una textura entre algunos. Paso el día leyendo, corrigiendo y ha- ciendo diversos trabajos literarios, así me mantengo en actividad.

¿Qué hay de Juan Claudio Zamorano en Juan Cameron? ¿Es como Clark Kent y Superman?

En un comienzo fue seudónimo. El “Juan Cameron” es un invento mío, pues no existía en mi partida de nacimiento. El cambio nace en Argentina, tal vez para publicar sin mayores temores, era una época difícil; era la Argentina de Perón, Isabelita Martínez, López Rega y Videla, entonces no era llegar y escribir.

Tomé mi nombre de bautismo y mi segundo apellido. Luego, regresé a Chile y publiqué Perro de Circo (1979), obra que obtuvo un certamen, y ahí lo asumí formalmente motivado por Jorge Teillier, a quien se lo agradezco mucho, pues fue un gran golpe de ánimo. Un día me presenté y le dije: “Este es mi seudónimo, yo hago esto”. Me respondió: “No. Momento, este es tu nombre y tu profesión es poeta, ninguna otra”. A comienzos de este siglo, cambié oficialmente mi partida de nacimiento. Actualmente soy Juan Cameron Zamorano.

Tu poesía recorre un amplio registro, ¿cómo evalúas tu recorrido poético y cuál crees sería tu aporte?

Existen varias fuentes. En los primeros textos hablo como todo adolescente sobre cuestiones de amor y desamor. Es una poesía sentimental, sensiblera en cierto aspecto; pero luego voy tomándole amor a la palabra, y en esto influye mucho mis estudios de Derecho, la lectura del Código Civil de Andrés Bello –que es una preciosura– cuya exactitud me hace vincular ese mismo amor inicial a la escritura. Desde ese punto de vista, tomo la palabra como objeto, como el tema.

Esto ha aumentado por otras varias razones: escuchar tanto a mis amigos lectura, obviamente desde Roland Barthes, hacia las ciencias ocultas del lenguaje, retórica, fonética, lingüística principalmente; después semiótica, retórica, esta última en lenguaje publicitario, que enseño en varios institutos durante los 80’ y 90’. Desde mi regreso de Argentina y hasta mi partida a Suecia, me formo intensamente en el área teórica.

Los temas que me interesan desarrollar son los comunes a toda literatura y escritura: ¿Qué somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos y en qué nos vamos?, como diría Claudio Bertoni. Se trata del amor y la muerte, el infinito; la cuestión social, no por un simple aspecto de política militante, sino preguntándome sobre la justicia cuanto es considerada injusticia, desde una mirada filosófica particular, digamos.

Todos estos motivos están en el aire, están continuamente resonando en mi cabeza; pero no los tomo para desarrollarlos en tanto ideas, en tanto se van generando en gerundio, sonando y resonando en el pensamiento; y de pronto emerge esa suerte de cancioncilla insistentemente arrastrándose en mi interior, muchas veces cuando voy caminando, cuando estoy en la ducha.

Sobre la existencia de algún aporte de mi escritura, creo que sería la honestidad en el lenguaje. El lenguaje no miente, es decir, es imposible falsear la experiencia. La palabra te delata. La sensación real generada en tí hacia los hechos del mundo, hace que tu escritura sea fluida, clara y comprendida por el lector. Si se falsea una situación, ésto se hace evidente de inmediato. Otro aporte, supongo, proviene de ese extraño gen escocés aún presente en mi habla; un humor autorreferente, irónico, jodido; humor que para mí se convirtió en un arma de batalla. Lo que no puedo enfrentar por la fuerza o por la inteligencia, lo enfrento, o trato de hacerlo, con el humor. Es auténtico en todo caso, el chiste es una cuestión muy seria.

 

 

“SOBRE LA EXISTENCIA DE ALGÚN APORTE DE MI ESCRITURA, CREO QUE SERÍA LA HONESTIDAD EN EL LENGUAJE. EL LENGUAJE NO MIENTE, ES DECIR, ES IMPOSIBLE FALSEAR LA EXPERIENCIA”.

¿Cuáles de estos temas son una especie de constante en obra?

Me llama mucho la eufonía; y el tratar de mezclar la cuestión social con los textos amorosos, o el juego entre distintas disciplinas, la química, la física, lo que sea, con una situación del amor –que siempre es el desamor– y al final su conversión en un juego. Aquí la expresión máxima estaría en el poema Ajedrez, de la mexicana Rosario Castellanos.

El fenómeno de la creación literaria, de la poética, me interesa también en cuanto asunto del texto. Como poética o en cuanto fenómeno de creación literaria. Respecto a esto último, he contado en algunas oportunidades el nacimiento, la creación de algún poema. Entre ellos Cachorro, de Perro de Circo, “En verdad salí ca- chorro, en la calle me hice perro”.

La sentencia nace mientras permanezco detenido en un taco vehicular, en plena ciudad de Buenos Aires. Me recrimino la inmoralidad comercial adquirida, el ser tan “canchero” en los negocios, era vendedor editorial. Y de la duda existencial sobre la honestidad y sobre quién soy, paso de inmediato a anotar -sobre el volante de mi humilde Citroen- los dos versos aquellos y me despreocupo absolutamente ya del asunto principal. Y comienzo a meterme en el texto.

¿Qué hago con estos versos, los uso de título, los ubico en el medio del poema o los destino como de un texto aún no escrito? Tal es el fenómeno de la creación. Pero aún más conmovedor, y echo de menos, es encontrarme con ese discurso sonoro, pero fallido. A veces uno se fuerza y esfuerza en escribir pero no lo con- sigue, no llega a puerto; y termina anotando ideas. Erróneamente, este último tiempo he intentado hacerlo; pero no, como siempre no hay resultado. Cuanto sale, sale, y cuanto no, no.

Hace poco leía a un poeta norteamericano, no recuerdo su nombre, quien decía que las palabras sacan palabra, el texto las conecta entre sí mismas. Y en los talleres aconsejo a mis alumnos indicándoles que si la amada se llamaba Francisca, mas en el verso suena mejor Clotilde, pues Clotilde será el verdadero nombre. Ese va a dar ritmo, tonalidad e in- tención del texto. Es decir, el protagonista no es el autor, sino el trabajo, en definitiva.

¿Qué lees ahora, qué recomiendas leer?

Me leo a mí y recomiendo que me lean (ríe). Es que me siento muy mal y poco leído. Hay quienes recién se enteran que en 2017 o 2020 publiqué un libro. Muchos ignoran mis nuevos textos. He publicado bastantes títulos, aparezco en antologías, la más reciente este año: Antologia della Poesia Latinoamericana D’Oggi, en Italia. Pero siempre se vuelve a los poemas de Perro de Circo que tienen casi 50 años.

Me gustaría hacer una recopilación de los más recientes, por lo menos los cinco o seis títulos aparecidos en estos últimos 15 o 20 años. Tengo muchos poemas inéditos que una vez trabajados dan para publicar por lo menos dos libros.

Quisiera ser más leído, pero como la poesía no se vende, puesto que la poesía no se compra, resulta difícil publicar y publicar en serio. Digo libros en papel, no en aire, como el registro electrónico, generoso y democrático; bajo amenaza de ser borrado por cualquier onda solar un día de estos. Por otra parte, me siento postergado, escondido bajo la alfombra, aunque la imagen no sea muy agradable. Sin grandes quejas ni pretensiones (bueno, eso es materia de prueba) me identifico con la ballena azul, oculta, inmensa, importante, cuyo canto apenas se escucha y para admirarla se debe subir muy alto. Bueno, tengo un poema al res- pecto; y es sentido, autorreferente, desafiante; también ególatra. Está publicado; y como siempre oculto bajo el follaje de la provincia.

Chile se restó de participar como invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt 2025, uno de los eventos literarios más importantes del mundo.

Me atengo a la Quinta Enmienda (ríe). La respuesta es obvia. Una barbaridad. Un tremendo desprecio a la literatura chilena, un gravísimo desacierto. Por lo menos don Boric dijo que no había tenido nada que ver,

¿Quién decidió esto, entonces? ¿Qué cabeza cae? Tiene que caer alguna cabeza aquí; los dioses re- quieren de algún sacrificio. Es lamentable, y ésto de alguna manera debe corregirse. Si no hay fondos para este tipo de certámenes, tampoco existirán, muy pronto, fondos para otras materias referidas a los escritores.

¿Cómo recibe Juan Cameron los 50 años del Golpe de Estado en Chile?

Primero, estableciendo que no hay nada para celebrar; sí para rememorar. Y rememorar significa también asumir el dolor por las pérdidas no sólo de personas, sino de los sueños personales, de una continuidad, de tanto, muchas vidas, muchas esperanzas, muchas carreras, muchos afectos. En lo personal, voy a contribuir en cuanto se me pida, como lo hago al responder a otras entre- vistas, tratando de reconstruir el momento literario, mi entorno en esos años; pero es doloroso, fíjate, me es doloroso recordar.

Tu nombre hace años “suena”, y suena fuerte en los diversos circuitos culturales y literarios de Iberoamérica no sólo por tu obra y trayectoria, sino también como uno de los justos merecedores del Premio Nacional de Literatura.

Sí, y lo agradezco sincera- mente. No sería mala idea, sería un buen reconocimiento. No puedo afirmar “yo lo merezco”; pero sí creo que hay bastantes poemas, que ya son públicos, dignos de ser reconocidos. Es decir, mi trabajo, pero no yo, por bonito, simpático o chistoso.

Es un reconocimiento importante; y también significa una buena jubilación; pero no me voy a matar por aquello. No comencé a escribir con la idea de alcanzar grandes alturas o un reconocimiento nacional; se comienza por otras causas, porque se necesita escribir, porque es vital; por cierto, muchas veces tal reconocimiento es necesario como una cuestión interior. Pero sería feo auto postularse; alguna institución o persona debe hacerlo. Y bueno, no sería una mala idea. No lo voy a rechazar en todo caso.

Al menos sería un buen título.

Claro que sí (ríe).

Cameron, ¿qué pregunta faltó en la entrevista anterior que extraviamos? Olvidaron preguntarme porqué no gané el Premio Nacional de Literatura en años anteriores. No quería citarlo, pero lo esperaba.

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