Colchagua es una provincia con dos frentes; por un lado están sus pequeñas urbes con aires de pueblo que duermen a sus horas. Por otro el abrazo permanente del paisaje rural que parece infinito. Y desde sus variados rincones, morfologías y elementos, la artista plástica proyecta la exquisita materialidad de su obra, plasmada en sus pinturas y cerámicas.
POR ÁLVARO TELLO M., PAULO ARAYA V. | FOTOGRAFÍA CLAUDIA MATURANA N.
La práctica de la agricultura revolucionó el desarrollo de la humanidad. Como mecanismo de subsistencia elemental exigió el relevo de generaciones completas de hombres, y las obligó a la superación de su ingenio con tal de sustituir técnicas y herramientas para aliviar el esfuerzo físico. En tanto, la cerámica fue dominio exclusivo de la mujer, primero como artefacto utilitario para facilitar el diario vivir de diversas culturas; luego, como expresión estética e histórica, nutriendo al material de sensibilidad y multiplicidad de formas, incorporando color, trazos y volúmenes.
Denise Brito Duniau, Licenciada en Artes Plásticas con mención en escultura por la Universidad de Chile, explica que “la cerámica otorga una expresión mucho más directa porque se trabaja con las manos, es una relación íntima, no sé si sensual, pero es sentida y conectada con tu femenino al ser intensa y emocional. En la pintura, en cambio, tienes tus manos, el pincel y la tela. Son dos procesos diferentes, y yo me siento tanto escultora como pintora”.
Llegó a Santa Cruz a cumplir el “sueño de vivir en el campo”, y comenta que sus estudios de arte le entregaron “muchas técnicas e increíblemente tanta técnica coarta la creatividad, entonces empecé a buscar otros recursos, otros soportes, y es así como solté mi vida, solté mi pintura”.
Egresada de la universidad, Denis descubre en el Valle de Colchagua un espacio para compartir su pasión. En 1985, implementó su primer taller en la zona. Posteriormente, la vida la lleva nuevamente a Santiago, para retornar definitivamente a Santa Cruz hace 10 años. “Cuando regresé, mis antiguas alumnas me pidieron retomar las clases. Fue una gran alegría recibir ese reconocimiento. Entonces, aproveché que en la capital me había capacitado en cerámica gres y comencé a entregarles conocimientos y técnicas para trabajar esa cerámica. Los talleres que imparto en mi estudio, ubicado en el Boulevard de la Viña, me aportan humana y artísticamente, y allí he enseñado como producir con pátinas, policromado y diferentes técnicas decorativas. No guardo secretos, enseño todo lo que sé, desde cero. Me interesa que sean buenas ceramistas”, afirma la artista.
Dentro de la cerámica, es una tarea vana tratar de descifrar si históricamente lo funcional antecedió a lo estético, pues creo que siempre hay un punto donde la intención del artista finalmente destila.
Sí. Antes integrar la cerámica a mi arte, estaba abocada a lo utilitario y lo decorativo en platos y fuentes. Durante la pandemia me encerré a producir, a crear y de ahí en adelante, incorporé la escultura a la cerámica gres como parte de mi proyecto personal, de mi carrera como artista. Empiezo a fabricar cosas que me inspiran, que me llenan el alma, comienzo a experimentar con nuevas técnicas.
¿Cómo afecta el cambio de materialidad, o sea, ir de la pintura a la
cerámica o viceversa?
Me conectan de forma distinta. La pintura es una expresión a través de un instrumento. Pero ambas, pintura y escultura, tienen un objetivo y nacen de ideas preconcebidas, una idea o sentimiento de plasmar lo que pasa, pero usas distintos medios de comunicación. Por ejemplo, en mi última exposición en Lolol (2023) mostré lo que más pinto, caballos. Es mi proyecto expresarlo, pero lo encauso en dos técnicas distintas, porque en mí vive tanto la escultura, el volumen, como la pintura. Nunca he podido definir ser escultora o pintora, porque ambas me apasionan y no puedo optar.
“ESTOY EN UNA ETAPA DE MUCHA LIBERTAD EN MI VIDA Y EN LA EXPRESIÓN DE MI ARTE, Y SE MANIFIESTA A TRAVÉS DE MIS PINTURAS DE CABALLOS QUE SON REALISTAS. ESTOS SON LIBRES, NO TIENEN RIENDAS, NI FRENOS, NO TIENEN JÁQUIMAS, PORQUE YO LOS QUIERO ASÍ”
Cuando preconcibes una idea para ejecutarla en cualquiera de las dos técnicas, ¿haces una diferencia?
El trabajo, si tú quieres, más mental y de ideas y todo, me lo planteó igual para ambos casos, pero fluyen de manera distinta porque usas herramientas distintas; y el sentimiento y motivo de expresar lo tienes concebido tanto para uno como para el otro material. Siempre hay una búsqueda de nuevas técnicas y vas combinando. Por ejemplo, en la pintura realista yo experimento, hay mezcla de brochas, carboncillo, dibujo. Y esa experimentación que desarrollé en mi pintura, generó un camino que suma a la cerámica. Empiezo a soltarme y comienzo un proceso en el que hoy me encuentro, es decir, un trabajo que es cerámico –decorativo– escultórico.
Expresarse a través de dos técnicas debe implicar, creo, un sentido de libertad absoluto.
Cuando hago pintura realista hay mucha técnica, conocimiento, y te obliga a un estándar de perfección. Pero en la cerámica hay más libertad creativa. Sin embargo, en mi pintura también hay libertad. Estoy en una etapa de mucha libertad en mi vida y en la expresión de mi arte, y se manifiesta a través de mis pinturas de caballos que son realistas. Estos son libres, no tienen riendas, ni frenos, no tienen jáquimas, porque yo los quiero así, sueltos, chascones, con su pelo al viento, como me siento yo. Es fundamental, porque me vine a vivir de nuevo al campo, sola, y estoy en una etapa de libertad de mi trabajo, de mi tiempo, y eso se refleja en mis caballos. Son lo que me interpreta.
Favorece al arte el sentido de libertad, pero qué significa para ti haber realizado talleres a los internos de la cárcel de Santa Cruz.
Averiguando, descubrí que los internos tenían un taller de cerámica y que la trabajaban llenando moldes. Ellos tenían la inquietud de aprender a trabajar con cerámica gres. Desde mediados del 2014, y por cerca
de dos años, fui todos los lunes a trabajar con ellos, a enseñar. Fue una experiencia espectacular; ver esas caritas de felicidad por aprender algo nuevo, por crear, expresarse. Dentro del recinto escuché frases como “yo puedo crear, puedo diseñar, puedo producir una pieza, yo hice este trabajo, es mío y lo hago bien”. Esto me llenó el corazón de felicidad. Imagínate lo bien que se siente que, a través del arte, puedes transformar vidas. De hecho, uno de estos chicos ya está libre, trabaja hoy con cerámica y vive de eso. Tiene mucho talento. En estos talleres encontré tanto respeto, tanto cariño, que me siento reconfortada. Era lo que buscaba en esa instancia, que ellos encontraran una forma de interpretar y desahogarse, que vivieran un acto de libertad a través del arte.