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PRAPES SUSHI & BAR: EL INNOVADOR TESORO GASTRONÓMICO DE COLCHAGUA

En el último tiempo, los buenos restaurantes han llegado a comprender que la satisfacción gastronómica no proviene únicamente de la voluntad de convertirse en algo distinto y particular, sino de hacer de la experiencia de los comensales algo inolvidablemente único. Tras esto hay una lógica y esfuerzo sensible por superar todo lo hecho. Y Prapes, con más de una década en el mapa de la buena mesa, es un ejemplo de estas palabras: ha sabido deslumbrar a sus visitantes con una exquisita gastronomía y coctelería, por la que a través del “boca a boca” recibe a comensales colchagüinos, de otras regiones de Chile y del mundo, ahora en su nuevo local.
Colchagua parece ser un universo paralelo que surge de pronto en el paisaje, así, súbitamente, y con todo su encanto humano, geográfico, histórico, cultural y, por cierto, gastronómico. Con un marcado énfasis en la búsqueda de la excelencia, la zona empieza a caracterizarse por propuestas turísticas cada vez más arriesgadas y, al mismo tiempo, altamente satisfactorias. Tal es el caso Prapes, un fascinante sushi&bar administrado por Alejandra Pérez y Juan Paulo Prado, quienes, en alianza familiar y empresarial, han con- seguido levantar su nueva pro- puesta cuya esencia parece estar, indefectiblemente, en la búsqueda de la satisfacción total del cliente, tanto desde una perspectiva culinaria como experiencial.
El restaurante se presenta, en primer término, como un lugar de encuentro para quienes disfrutan de los vínculos humanos sin condiciones, siempre bajo el imperativo del buen trato y del afecto generoso. Una especie de ágora, una plaza de domingo, en la cual predomina el orgullo de una provincia que parece tanto única como irreplicable. “La base de nuestro servicio es la preocupación por la persona, desde el momento en que entra hasta que la despedimos. Estar siempre presentes permite identificar a nuestros clientes, saber su historia, sus preferencias”, comenta Juan Paulo.
Sus dueños, enfatizan en la pro- funda preocupación por aquellos modos y prácticas propias de un mundo que parece desvanecerse, ese tiempo en que las relaciones humanas se erigían por sobre los vínculos líquidos propios de la cultura posmoderna. Antes que restauradores son quienes caminan y conversan con la esfera habitante de Santa Cruz y alrededores, como si los espectros familiares en la restauración fueran de una intervención precisa y honesta.
La improvisación parece no tener cabida en esta propuesta. Cada espacio decorado u objeto presente está allí pensado en la posibilidad de representar algo, de atraer la atención del visitante, de completar esa sensación de acceder a un entorno dispuesto particularmente para el gusto del comensal. Ambiente, cocina y coctelería modernos, pero sin abandonar los sabores del Prapes de los inicios, y sin perder una identidad construida desde la convicción de que “el comer es sólo uno de los elementos” en la experiencia gastronómica mayor. “La idea es hacer siempre cosas nuevas, no quedarse estancados. Ir mejorando siempre. Uno necesita un lugar con identidad, que permita dar a la gente lo mejor”, plantea Alejandra.
UN NUEVO LOCAL: LA INCANSABLE VOCACIÓN POR LOS DESAFÍOS.

 

La misma consistencia del primer local de Prapes se trasladó a su nuevo espacio en el sector de Barreales (Los Boldos), reconocido como el quiebre entre un Santa Cruz urbano y rural. De entrada, un cálido recibimiento augura buena experiencia.

Con una moderna arquitectura y una decoración con personalidad, sorprende un amplio salón central, una terraza exterior y otra cerrada, todos agradables ambientes para disfrutar de una rica y variada carta de platos más coctelería tradicional y de autor.

Aquí, en su nueva locación, se refleja todo el cariño y dedicación en cada detalle que han aportado los miembros de su equipo. Recordemos que Prapes nació en el 2009, como un emprendimiento familiar, y ahora ya es toda una empresa, manteniendo eso sí, la familia.

Para Juan Paulo Prado, este nuevo proyecto –que implicó un indiscutido crecimiento–, representa un gran desafío, pero a la vez, “un gran orgullo comenzar desde la instalación de la primera piedra y plasmar todo nuestro amor en cada detalle. Queremos que todos quienes nos visiten sientan que es un lugar agradable, con comida exquisita, tragos de alta calidad y atención personalizada; sientan que llegan a la casa de un familiar o de un amigo entrañable”, agrega.

Y como toda familia, con el tiempo crecieron. Son cerca de 30 personas que se esmeran para que los visitantes vivan una grata experiencia desde que cruzan el portón del estacionamiento y son recibidos por su anfitriona, hasta que se despiden.

Desde los comedores se observa todo lo que ocurre en el entorno. Con esto consiguen estar atentos a las necesidades y llamados de quienes, cumpliendo el irrecusable ritual del alimento y la bebida, han tenido la fortuna de habitar esta “casa”. Importante. La amplitud no deja puntos ciegos, y a su vez evita una mirada exageradamente intrusiva. El espacio predispone simultáneamente a la tranquilidad y diligencia. Un elemento más que hace de este sushi&bar un entorno especial, que confirma la existencia de pro- puestas que desafían lo genérico, lo ya probado, lo obvio.

En relación con la carta, hay de- talles incorporados de la cocina japonesa y de varias fusiones que convirtieron al sushi y otros bocadillos en un elemento trans-cultural, sobrado de creatividad.

Los Rolls y sus ceviches, sin duda siguen siendo las estrellas, poseen el equilibrio perfecto entre con- tundencia y generosidad, logrando que ningún ingrediente se robe el protagonismo por sobre los demás. Respecto a los primeros, están desde los tradicionales Hosomakis y California, hasta los especiales, entre los que destacan creaciones con o sin arroz, como el Místic, frito en panko, con salmón, camarón furay, palta, cubierto con un ceviche mixto. Aquí se com- pletan sabores, porque la acidez propia del ceviche, más la textura del salmón, camarón y queso crema, van con una salsa tempura que propone goce y alto vuelo.

Hablamos de un evidente juego de innovación, una señal de una cocina que se atreve y apuesta con sus preparaciones. De esto, existe abundancia en la carta. Es el caso del New York Roll, que dispone de piezas de camarón furay, con dulce de membrillo, queso crema, y ciboulette, envuelto en lomo de vacuno sellado, bañado en rocoto con papas hilo y acompañado de salsa tempura.

También hay un prudente espacio para clásicos en tempura o panko, ya sea con salmón, camarón, pulpo, pollo o veganos, así como combinaciones que hacen de la variedad una verdadera festividad. Si a eso sumamos la posibi- lidad de agregar gyosas, ostiones y camarones fritos, se evidencia que Prapes, no opta por el consumo posicional, sino por satisfacer a un público inscrito en Colchagua, sea coterráneo o turístico.

El fuerte del restaurante es el sushi, está claro. Pero en su objetivo de hacer de Prapes un lugar para todas las personas, edades, gustos y alcance de cualquier bolsillo, ahora dispone de un cuarto de cocina caliente. Alejandra explica que “entre estos platos se puede encontrar variedad de carnes como baby ribs, filete o pollo a la plancha; más pescados que van desde la merluza austral o reineta hasta el atún y salmón. De igual forma, hay opciones de pastas de trigo como tallarines al wok; y por supuesto, contamos con alternativas vegeta- rianasyveganas”.

Por supuesto, toda comida debe finalizar con un riquísimo postre, fresco y liviano como el helado artesanal fabricado por la propia marca; el internacional cheesecake bañado con salsa de frutos rojos; o para los más golosos el volcán de chocolate, entre otras opciones.

LA BARRA: MIXOLOGÍA Y COCTELERÍA DE AUTOR.

La creatividad y el ímpetu por la diversidad tiene mucho que ver en cómo el restaurante asume su identidad y cómo enfrenta los desafíos. Es el caso de la mixología (entiéndase esto como la técnica de mezclar bebidas alcohólicas, en un bar, y con profesionales a cargo), que se ha apropiado no sólo de una pequeña cuadrícula que podría ser parte de la decoración, sino que ha conquistado un territorio autónomo. Se trata de una barra funcional, amplia, que apela a la complejidad y el misterio, al utilizar nombres y combinaciones de propia autoría.

El mixólogo y bartender Christopher Prado Pérez, el hijo mayor del matrimonio, es la cara visible y genio tras la autenticidad de la barra. Su paso por Columbus, Ohio; Argentina; y el Bar Academy de Santiago, son parte de sus credenciales. Pero su incorporación como miembro de la familia Prapes tiene un doble significado: si ya la cocina se sustenta en una propuesta altamente innovadora, la coctelería aporta un sentido diferenciador y atractivo desde todo punto de vista.

Si bien han mantenido los clásicos, en Prapes destaca una coctelería de autor con aplicaciones como hielo seco, humos con esencia y esferificaciones, que pueden ser pequeñas esferas como el tamaño del caviar con sabor a Aperol, por ejemplo.

Cada preparación tiene un nombre que se relaciona con la familia. Serán extrañas en un co- mienzo, pero es sabido que las preparaciones al generalizarse de- finen al autor, marcan un nuevo tiempo. “Parte de la esencia del local es que uno esté presente y que todas las cosas salgan bien. La coctelería de Prapes tiene toda nuestra esencia y nuestra energía, nos representa. Es una coctelería moderna que va de la mano con que el cliente tenga una excelente experiencia, desde la presenta- ción al sabor”, comenta.

Por supuesto los vinos del Valle de Colchagua, una de las zonas vitivi- nícolas más importantes y activas del país, están presentes con exce- lentes cepas y etiquetas de grandes viñas y pequeños productores.

En su propósito de brindar ex- periencias inolvidables el res- taurante organiza catas y cenas maridaje a cargo de destacados chefs, enólogos y bartender; asi- mismo, se realizan activaciones de nuevos destilados y mostos.

RECICLAJE Y PET FRIENDLY

Un próximo paso de Prapes es lograr ser un local totalmente sustentable, y en ese camino hoy contribuyen con el medio ambiente reciclando los vidrios de las botellas, el aceite de cocina y cartones, por mencionar algunas de sus prácticas de sustentabilidad.

Si eres de aquellas personas cuya mascota te acompaña a todos lados, no te preocupes, porque el restaurante es pet friendly. Es más, constantemente apoyan las campañas solidarias que realizan las agrupaciones de la región que cuidan y protegen a los animales.

EXPERIENCIA 10 PUNTOS

Una de las claves de Prapes, es que, si bien la gastronomía tiene un claro guiño oriental y de fusión, nada parece importado. Suena a contrasentido, y parecerá hasta extraño, pero desde que se toma posición en el comedor hasta el primer servicio de platillo, resulta posible entender el principio de esta declaración: Alejandra Pérez y Juan Paulo Prado han hecho de Prapes un espacio que acoge y donde la gastronomía es parte de un contagioso entusiasmo familiar, con preparaciones clásicas y otras que suben hasta reconocerse originales, a lo cual suma un servicio que conoce su entorno. Junto con ello, la mixología de Christopher Prado Pérez; el manejo fundamental de RR.SS. y las comunicaciones de la marca por parte de Lucía Brandan; y el entusiasmo de todo el equipo, suman una sensación más a esta fiesta de los sentidos.

Con su atención sinigual y constante innovación tanto en sus platos como en su coctelería, pensando siempre en brindar lo mejor a sus visitantes, Prapes se ha consolidado como una de las opciones gastronómicas destacadas del Valle de Colchagua. Una mesa que hay que visitar.

Tomando textualmente parte de las reflexiones del escritor Álvaro Tello, cerramos esta nota. “Prapes raya en lo impecable. Todo eso gusta. Y estas no son simples palabras sugerentes, sino consideraciones importantes, porque entre ‘ires y venires’ se aprende que, si hay algo propio y extendido del sentir familiar colchagüino, es la genuina relación entre recibir y compartir”.

“QUEREMOS QUE TODOS QUIENES NOS VISITEN SIENTAN QUE ES UN LUGAR AGRADABLE, CON COMIDA EXQUISITA, TRAGOS DE ALTA CALIDAD Y ATENCIÓN PERSONALIZADA”

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